Capítulo 9

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El lugar se encontraba en silencio, ______ dibujaba y Camilo estaba sentado en el piso mientras su espalda se recargaba en la pared.

— Da tanto miedo ver a mi hermana en ese tamaño —suspiró.

La castaña sonrió, no sabía si por lo que Camilo mencionó o porque al fin había terminado el silencio incómodo.

Porque tenía que admitirlo, ese silencio había sido   d e m a s i a d o  incómodo.

— Creo que el dibujo que me dará miedo a mí, será el tuyo —bromeó.

— No soy tan horrible, mi madre me ha dicho que soy lindo —exclamó orgulloso.

Eso causó ternura en la castaña, usualmente muchas chicas solían halagarlo demasiado, pero al parecer sólo le importaban los halagos que decía su madre sobre él.

— Me agrada tu seguridad, eso es una gran virtud de ti —lo miró.

— Sé que soy lindo, ¿tú no piensas eso? —pestañeó con inocencia.

Sonrió nerviosa ante la pregunta, ella admitía que le resultaba lindo pero era muy diferente pensarlo a decirlo. Además no tenía mucho tiempo de que habían vuelto a hablar como para decir ese tipo de cosas, aunque al parecer Camilo parecía ya tener toda la confianza del mundo con ella como si no hubiera pasado nada.

— No —volvió a su trabajo.

Camilo la miró indignado, se puso de pie y se acercó a ella.

— Se supone que tenías que decir que si, y así poder ir a presumirle a mi madre que alguien más me dice que soy lindo —se cruzó de brazos.

— ¿Con alguien más te refieres a otra chica más? —era molesto pensar en que sólo la tomaría como alguien más, eso la hizo sentir mejor con su respuesta.

— ¡Por supuesto!, una fan más —dio una vuelta mientras posaba.

— Pues lo siento, no seré otra más de tu lista.

— ¿Estás molesta? —sonrió—. Sólo era una broma, aunque si quieres no lo es.

— ¿Molesta? ¿Por qué lo estaría? —apretó el lápiz.

— Si gustas puedes ser la única —se recostó en la escalera mientras le sonreía con interés.

Las mejillas de ______ se tornaron rojizas de inmediato.

— No me interesa ser una más —hizo una mueca—. Ni tampoco la única —agregó.

Camilo hizo un puchero.

— Estas celosa de que me digan que soy lindo, ¿y sabes qué? —la miró—. Sé cuál puede ser la razón de eso.

— No hay ninguna razón detrás de eso —detuvo su trabajo, tenía sed.

Comenzó a bajar la escalera.

— Es porque nadie te lo dice a ti —la seguía con la mirada—. Así que yo te lo diré, eres linda.

Las piernas de la chica temblaron al oír eso y se tambaleó un poco.

Rápidamente Camilo sostuvo su mano para evitar un accidente, y eso sólo hizo que los nervios aumentaran en la castaña.

— ¿Por qué tan de pronto dices eso? —dijo al estar de pie en el suelo.

El de la ruana amarilla miraba su mano y después sonrió volviendo su mirada a ella.

— Es la verdad —se encogió de hombros.

— No lo hagas, es extraño —se acercó a la puerta.

En el Silencio [Camilo Madrigal] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora