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El panorama allí era bastante diferente a la ciudad de Utaraa, y aquello no solo fascinó a Sophia, que lo miraba todo con los ojos abiertos de par en par, sino que también le infundió un terror increíblemente atroz. La gran caverna de piedra y casi del tamaño de la ciudad de Utaraa o incluso más, hervía de actividad Sitchín. Había criaturas por todas partes, en el suelo, las paredes e incluso más allá de donde la vista alcanzaba a ver, como si fueran gigantes y asquerosas hormigas trabajando en conjunto como una gran colonia organizada. En el medio de aquella oquedad de roca, había una gran torre negra que la atravesaba desde el techo de la caverna hacia el suelo, y se perdía en sus profundidades. La torre, que parecía estar construida en diferentes partes, tenía puntas que sobresalían y horadaban en la roca perforando cada vez más, metro a metro.

—Oh, Dios santo... —murmuró.

En aquel momento, desde lo más hondo de la cueva en una zona que aún no estaba demasiado iluminada, asomaron cinco cañones de materia oscura comandados por algunos Sitchín. Al ver que iban a dispararles, Agorén exclamó:

—¡Escudos, rápido!

Los pilotos tocaron hábilmente en diferentes puntos de las luces holográficas, justo a tiempo, porque uno de los enormes proyectiles de materia oscura venía directamente a ellos. Para su suerte, la barrera invisible de antimateria desintegró el ataque sin más problemas. Los soldados de las Yoaeebuii que viajaban al fondo de la nave no desenfundaron sus espadas, sino que apoyaron las manos en su empuñadura, todos a la vez. Algo cosquilleó dentro de Sophia, sintió el gusto reseco de su aliento ansioso y la garganta como un horno al rojo vivo, y entonces tomó el arco en sus manos, retirándolo de la cintura.

—¡Barrido de contención, ahora! —volvió a exclamar. Los pilotos tocaron algo más en su tablero lleno de luces y símbolos, y entonces la nave comenzó a vibrar. Sophia podía sentir la estática en cada uno de sus cabellos, y entonces la aleación de metal del fuselaje pareció resplandecer, pasando del color negro liso al rojo brillante. Finalmente, de la nave se desprendió una especie de pulso u onda expansiva que derribó a los Sitchín que manipulaban los cañones, carbonizándolos casi al instante.

—Iniciando descenso, señor —dijo uno de los pilotos.

Agorén no respondió, solamente asintió con la cabeza y entonces se giró hacia Sophia. Al llegar frente a ella, le apoyó una mano en el hombro.

—Te diría que no salgas allí afuera, pero sé que no vas a hacerme caso.

—Empiezas a conocerme bien —le sonrió, intentando mostrarse valiente. Lo cierto era que tal despliegue tecnológico de fuerza, sumado a la cantidad tan enorme de bestias Sitchín que había allí afuera, le daba un terror absoluto. Pero no iba a dar marcha atrás, no ahora.

—Intenta quedarte siempre al lado de algún Negumakiano, y busca posición de disparo favorable antes de salir de la nave. Si alguien te ataca, grita lo más fuerte que puedas, yo vendré.

—Está bien —asintió. Agorén entonces giró hacia las tropas, en cuanto la nave tocó suelo. Desde su posición, Sophia podía ver que las otras naves también habían aterrizado, como en una extraña sincronía entre todas ellas.

—¡Uyanaa, misuuaee! —exclamó, y en la mente de Sophia pudo escuchar su voz, diciéndole "¡Valor, soldados!". Y respiró hondo, la lucha por fin comenzaba.

Las extrañas compuertas de la nave se abrieron de la misma forma que antes: en el fuselaje sin junturas se visualizó una abertura que rápidamente se fue haciendo cada vez más grande, y entonces, la batalla comenzó. Todos cambiaron la forma de sus cuerpos, invirtiendo sus patas, alargando sus brazos y haciéndose aún más altos, fornidos y atemorizantes. Y entonces saltaron fuera de la nave, saliendo en manada directo al ataque. El último en salir fue Agorén, que se giró un segundo para ver a Sophia. Los ojos alargados y negros, sin parpados, la miraron con fijeza. Y entonces el tercer ojo de su frente se abrió, de color azul verdoso, el cual pareció destellar un instante mientras le hablaba telepáticamente.

La chica de los dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora