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– Esto tiene que ser una broma – rió la japonesa viendo los documentos que su esposa le había entregado.
– ¿De qué carajos te ríes? – Chaeyoung cuestionó con rabia.
– Cada día te vuelves más loca – de burló lanzando los papeles a un lado – Ni creas que firmaré esta porquería.
– ¡Por Dios, Mina! – soltó un grito de frustración – ¿Acaso no lo entiendes? ¡No quiero seguir con esta mentira!
– Pues yo sí, ¿qué te parece? – sonrió con tranquilidad.
– Estás siendo egoísta, ¿al menos puedes ponerte en mi lugar de una vez? – giró los ojos – Yo no te amo.
– Lo sé – se encogió de hombros – Pero tú aceptaste casarte conmigo, ahora debes aguantártelo.
– ¡El contrato decía un año, Myoui! – recordó y la sonrisa de la mayor desapareció – No quiero seguir casada.
– Escúchame, Chaeyoung – la pelinegra se recostó en la silla y cruzó sus brazos – Entiendo perfectamente que no quieras seguir con esta mentira, pero no voy a firmar estos malditos papeles para que vayas corriendo a los brazos de esa estúpida que tienes de novia.
– Su nombre es Tzuyu y no es estúpida – corrigió – Además, ¿por qué te molesta? Nuestro matrimonio desde un principio ha sido falso, quedamos en que yo podía hacer mi vida y tú la tuya.
– No entiendes – sonrió levemente – Pero está bien, firmaré los papeles.
– ¿En serio? – los ojos de la menor brillaron de felicidad, cosa que en el fondo de Mina, dolió.
– Pero con una condición – sentenció.
– Joder, siempre tiene que haber algo de por medio, ¿no?
– Es eso o nada.
– ¿Cuál es la condición? – terminó aceptando finalmente.
– Sana y Momo se casaron el mismo día que nosotras, ¿recuerdas? – dijo con diversión.
– Sí, ¿qué hay con eso?
– Se irán a una segunda luna de miel y estamos invitadas – comentó con total naturalidad – Tendremos una segunda luna de miel, señora Myoui.
– ¿¡Estás loca o peinas clavos!? ¡No voy a irme de luna de miel contigo! – gritó poniéndose de pie – ¡Y no vuelvas a llamarme de esa manera!
– Entonces no hay divorcio.
– Eres una hija de...
– Eh, más respeto con tu suegra – la detuvo – O te vas conmigo o te olvidas de estar soltera.
– ¿Por cuánto tiempo? – preguntó resignada.
– Dos semanas – sonrió triunfante – ¿Es un trato? – tendió su mano.
– No sabes lo mucho que te odio, Myoui Mina – masculló – Es un trato – estrechó su mano con la de la mayor.
Mina sonrió y la miró a los ojos, sólo dos semanas. Dos semanas para intentar enamorar a la chica que en secreto...
Amaba con locura.
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