Capítulo 01: Heridas que sanan

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«―Me gusta tu cabello, me acaba de hacer descubrir mi color favorito y es el rojo

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«―Me gusta tu cabello, me acaba de hacer descubrir mi color favorito y es el rojo.

― ¿Por qué? ―indagué, ladeando la cabeza. Nicholas Mikhail ladeó una sonrisa diabólica de genuina diversión.

―Me recuerda al fuego del infierno, a la sangre y ahora a ti ―enumeró con simpleza―, es tan excéntrico como tú».

Cerré el libro que estaba leyendo rápidamente cuando escuché ruidos en mi ventana. Eran alrededor de las nueve de la mañana, me levanté de mi cama y dejé el libro a un lado para darme cuenta que Alexandra, mi mejor amiga, se encontraba frente a mi ventana esperando a que la abriese para dejarla pasar a mi habitación.

―Alex, ¿Qué haces aquí? Sabes que a mi papá no le gusta que uses la ventana para visitarme, puedes entrar por la puerta principal ―pregunté ayudándola a entrar.

―Primero que nada, buen día, cumpleañera.

Cuando ya estuvo dentro de mi habitación, se lanzó hacia mí para abrazarme.

Alexandra Navarro, una chica española que se mudó a Alemania cuando yo inicié la primaria, es mayor que yo por unos meses, pero desde que mi abuela Amyra se hizo muy cercana a su mamá, nos volvimos inseparables.

― ¿Y? ¿Qué hacías? ―preguntó sentándose en mi cama mientras yo me dirigía al baño de mi habitación para lavar mis dientes.

―Acabo de despertar, así que aproveché para leer un poco, es un libro que me envió tía Michelle hace unas semanas.

Observé desde mi baño cómo agarraba mi libro y analizaba la portada.

―Es gigante, ¿Cómo puedes leer tantas páginas sin aburrirte? ¿Estás segura de que no es erótico?

―Yo no leo erotismo.

― ¿Por qué no? Debe ser más emocionante leer como dos o más personajes ficticios tienen sexo a tragarse el cliché que está tan usado.

―Es fantasía y baja la voz que mi padre puede oírte y pensar que me la paso leyendo porno.

Alex soltó una carcajada.

― ¿Nunca has visto porno?

Negué con la cabeza.

―Dieciséis años y sigues así de inocente.

―Estoy bien así, Alex ―reí por lo bajo.

Luego de unos toques a mi puerta mi papá entró con un desayuno para mí, eran unos panqueques sin azúcar con una velita de cumpleaños y obviamente un vaso de café.

Porque yo claramente no funciono por la mañana sin un buen vaso de café.

―Ah claro, tenías que estar despierta, vuelve a la cama, sino «el desayuno en la cama» no tiene sentido, ¿Y cuando llegó Alexandra aquí? ¿Cómo entraste? ―mi papá miró por unos segundos mi ventana y entrecerró los ojos hacia nosotras―, voy a ponerle algo a esa ventana, no me gusta que entres por ahí, puedes tener un accidente.

Déjà Vu [#3] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora