• Nine: Sadness •

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-Jay, sal de tu habitación, por favor.

-No. Déjame en paz, Hyunjin.

El pelinegro suspiró con pesadez. Habían pasado cinco días desde que Jungwon se enteró de quién era realmente. Le dejó cientos de mensajes, le llamó, incluso trató de hablar con él en su trabajo, pero este no hacía más que ignorarlo. Ahora estaba enrollado en las sábanas, con la luz apagada y Ghost of You sonando de fondo, lo cual le hacía llorar a mares por recordarle a Jungwon; no solo por lo triste de la canción, sino lo mucho que el menor adoraba al grupo que la cantaba.

Sorbía su nariz mientras se daba la vuelta, dejando su mirada sobre aquel sombrero seleccionador que se había comprado años atrás. Bufó, absolutamente todo le recordaba a los grandes y brillantes ojos del pequeño Yang, lo que le dolía intensamente.

Por su parte, Hyunjin estaba muy preocupado por su primo. Casi no comía, no dormía bien y ni siquiera se arreglaba; salía con literalmente lo primero que se presentara ante él. No paraba de escuchar canciones tristes y gastó tres cajas de pañuelos en tan solo una semana. No hacía más que encerrarse en su cuarto con aquellas melodías a todo volumen, con un montón de helado, que era lo único que comía. Se veía terrible, incluso dejó las redes sociales completamente desiertas. Todo el mundo se preguntaba qué había sucedido, pero nadie en realidad se preocupaba por cómo estaba su Príncipe Park.

Hwang se lavó las manos y sirvió el par de hamburguesas que preparó sobre dos platos diferentes. Sabía que su primo jamás se negaría a comer una de sus hamburguesas; solía decir que eran las mejores del mundo. A ver si por fin le decía lo que había sucedido y no solo balbuceaba palabras sin sentido.

-Jay, querido, hice hamburguesas. ¿Quieres venir aquí para que comamos juntos?

El menor se sentó de un tirón sobre su cama. Se secó las lágrimas con las mantas que tenía sobre sí, para pensar en si debía salir o no. Su panza le suplicó que saliera de una vez por todas, así que eso hizo. Con mucha pesadez, se levantó de la cama, aún enrollado en su manta favorita. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar. Su teléfono seguía en su mano, como amarrado a ella. Tomó asiento en uno de los bancos que estaban en la barra y pegó su frente a esta. Hyunjin lo miró, triste por no saber cómo ayudar a su querido primo.

-Ten. Esta es la tuya. También hice jugo de mango para ti.

El muchacho levantó la cabeza e hizo una sonrisa, la cual parecía más una mueca deforme. Decidido, tomó el vaso entre sus dedos y le dio un gran sorbo a su jugo favorito. Luego tomó la hamburguesa y empezó a comer.

-Entonces... Aún no me has dicho qué fue lo que sucedió. Me tienes muy preocupado, Jongseong.

-Lo siento mucho, Hyunjin. Sé que no debo reservarme mi dolor para mí solo, lamento haberte preocupado. Lo que sucedió... Jungwon descubrió quién soy, ahora no quiere saber nada de mi.

Habló el menor. Su tono de voz se volvía más bajo conforme hablaba. Hyunjin rodeó la barra y estrechó a su primo entre sus brazos, el cual correspondió el abrazo de manera inmediata. Acarició con cuidado su despeinada cabellera, mientras oía como este reprimía uno que otro sollozo.

Jay era como un niño cuando se trataba de sentimientos. No estaba preparado para ese tipo de situaciones, por lo que era muy fácil romperle el corazón con algo tan simple, y aún más cuando eras alguien a quien le había tomado confianza. Hyunjin sabía perfectamente que no era buena idea ocultarle su identidad a Jungwon, pero vio a su primo tan emocionado que no tuvo de otra que seguirle el juego.

-Y-ya no sé qué hacer, Hyung. Siento que no puedo respirar si no lo tengo a mi lado.

-Cálmate un poco primero. Come tu hamburguesa y luego date una ducha, que ya apestas a depresión. Cuando estés listo y bien peinado, te ayudaré con eso.

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