Cap 80. La señora Gaster

1.5K 150 381
                                    


Arial no paraba de observar el cielo nublado desde la ventana de la cocina, mientras cortaba las zanahorias para la cena. Mostrar un temple sereno era un arte que había perfeccionado con el pasar de los años, pero era un hecho que al primer estruendo entre las nubes, siempre terminaba inquietándole lo suficiente para querer estar en la cama y no salir hasta que todo acabara. Pero como adulto responsable, tenía que servir de ejemplo a sus niños y no podía transmitirles el miedo que tenía por algo tan trivial como eso. Sobre todo cuando estaban tan cerca de ella y atentos a cada detalle que realizaba.

Nunca le habían gustado las tormentas ante malas experiencias vividas en ellas, pero desde que había estado en el ejército, aquello había incrementado al resonar de los cañones que siempre estaban muy cerca de ella. Y pese a ello, no se arrepentía de haber pertenecido a tal grupo armado tras haber encontrado al amor de su vida entre esas filas. Ahora no era una jovencita sola ingeniándoselas para comer en el día y ocultándose en cualquier rincón que le hiciera olvidar los estruendosos truenos, sino que era una madre y una esposa sumamente feliz. Ya no estaba sola desde que había conocido a Wingdings y ahora habían formado una hermosa familia. Razones suficientes para no tener más miedo, pero lastimosamente no parecía ser suficiente para su atormentada cabeza con recuerdos de guerra, y una razón más para admirar a su magnífico esposo que la pasó peor que ella y aun así había logrado separar impecablemente esas malas experiencias.

Tras terminar de partir las verduras, rozó levemente su argolla matrimonial para calmarse. Wingdings le había dicho que estaría muy ocupado en el trabajo, por lo que llegaría hasta la cena, pero no quería preocuparlo por tonterías como el temor a una tormenta estruendosa por más que su amado esposo le dijera lo contrario. Tenía cosas más importantes por atender... fuera lo que fuera realmente lo que hacía en su trabajo. No permitía que Bonnie le hiciera mal pensar al respecto, pero tenía que ser sincera que desconocía qué era lo que hacía realmente para que tuviese que llegar tan tarde variadas veces. No obstante, le quedaba confiar plenamente en el hombre con el que se había casado, y francamente, nunca le había dado señales de pensar lo contrario.

-MAMI, ¿PUEDO AYUDARTE? –Su pequeño se había acercado para ver qué era lo que estaba haciendo como siempre. Arial le sonrió inmediatamente mientras le mostraba las verduras ya partidas. –¡YO PREPARO LA PASTA!

-Primero lávate las manos, il mio bambino. –Le indicó mientras lo encaminaba un poco, tomándolo de los hombros para que no insistiera tanto. Aunque un trueno resonó en la distancia que le hizo sobresaltarse un poco y haciendo que su niño se girara extrañado. –Dile a Sans que haga lo mismo, por favor.

-¡SI MAMÁ!

Dejó que su niño desapareciera de la vista para abrazarse a sí misma. Y su calma llegó en cuestión de segundos tras escuchar que la puerta principal estaba abriéndose, sabiendo que si bien no se trataba de Wingdings porque él no frecuentaba usar la puerta, sí se trataría de Bonnie que tenía copia de la llave en caso emergente. Dejó la cocina tras asegurarse de que no hubiera nada peligroso al alcance con su niño tan curioso y enérgico de hacer las cosas por su cuenta.

Pero en cuanto estuvo por llegar a la sala, rápidamente tuvo que ocultarse al mismo tiempo que su tranquilidad se había desvanecido por completo. No se trataba de Wingdings llegando temprano ni de su amiga con una visita casual. Eran tres humanos que habían roto la chapa de la puerta para ingresar sin permiso alguno a su hogar.

Arial se tapó los dientes para no delatarse ella misma, teniendo el reloj cubriéndole lo posible para que no le viesen en el instante, pero aquello no funcionaría de mucho en cuanto comenzaran a dar pasos hacia adelante. Era tarde para aparentar que no habría nadie en la casa. Además de la luz prendida desde hace más de una hora, muy seguramente habrían estado vigilando la casa para asegurarse de que no hubiera nadie al acecho. Y aquello no vendría siendo un problema si la policía no era frecuente en la zona donde vivían. Si realmente vinieran a robar, habrían esperado a que no hubiese nadie en la casa, no al revés... y eso era más terrorífico.

Flapper Florist (Mafiatale)Where stories live. Discover now