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Tal y como planeo ayer junto a Carol en la ventana Isabelle está en casa, no hace mucho rato que ha llegado. Esta nerviosa. Realmente va a ser capaz de subir ahí arriba? Le ha dado vueltas toda la noche. Pero le mata la curiosidad, y no, no es un gato, pero se siente como uno. Que habrá ahí arriba para que Christoph no la haya dejado subir nunca?

Charles, el empleado del hogar y mayordomo mayoritariamente le deja el plato de guisantes en la mesa. No le gustan las verduras, pero Christoph siempre ha sido muy estricto con la comida, quería que se alimentara bien y comiera de todo. A desgana se come la comida. Bueno, ha sido estricto en todo, no solo en la comida; con sus amistades, con la ropa que se pone, con los chicos... con todo, y esa es otra de las razones por las que hace unos años empezaron a discutir más fuertemente, pero las ignoraban y cada uno se iba a lo suyo, mas que nada para evitar hacer los problemas más grandes. Gritandose no iban a conseguir nada.

Charles lleva en la familia desde que Isabelle tiene uso de razón, cuando sus padres murieron, la casa y el dinero pasaron a ser de Christoph como tutor legal. Ese dinero le vino de perlas, pudo comprar una casa lejos de la propia y vender la otra, apenas recuerda como era la casa en la que se crio y también desconoce si está ocupada o no, está a las afueras.

- He terminado ya Charles, muchas gracias.

- Quiere algo más señorita?

- No, muchas gracias. Subiré arriba a darme un baño.

- Si necesita cualquier cosa haga sonar la campanita, acudiré a usted inmediatamente

El mayordomo de bigote puntiagudo y cabeza completamente calva le hace una pequeña reverencia y se aleja de ella. Le cae bien, es un buen hombre. De pequeña le explicaba batallitas sobre su familia, eran nueve hermanos en total. A dia de hoy le sigue sorprendiendo ese dato.

Metida en sus pensamientos se olvida durante unos minutos de su misión. Algo en su cabeza hace click, y despierta. Debe centrarse. Mirando a todos lados y comprobando que está sola sube las escaleras hasta el primer piso, donde está el baño y la que era su habitación antes de independizarse. Le gustaría saber si las cosas siguen igual de como las dejo, pero no tiene tiempo para eso.

Del techo cuelga una cuerdecita blanca, ahí está la puerta de madera que tantas veces ha querido abrir. Y ahora podrá hacerlo. La estira, de esta salen unas escaleras de madera carcomidas por el tiempo y sube rápidamente.

Enérgicamente mira a su alrededor, por ahora no parece un sitio mágico ni un portal hacia otra dimensión. Si lo fuera querría traer a sus padres de vuelta, los echa de menos, apenas recuerda sus voces, y eso le duele. Los recuerdos son como un cuchillo, pueden cortar y hacer daño. De nada vale acordarse de ellos, por mucho que lo haga ellos no van a volver, mucha suerte a tenido en encontrar a Christoph.

Es un lugar amplio, hay dos pequeñas ventanas que filtran la luz de afuera, hoy hace sol, y ella que pensaba que la tormenta duraría varios dias. El tiempo es impredecible, como todo...

Mirando por encima solo ve cajas, y papeles polvorientos. Le gusta la olor, le recuerda a la biblioteca del instituto en el que estudio, era enorme y tenía miles y miles de libros. Cotilla se acerca a una caja cualquiera, pero no la abre, es simplemente eso, una caja de cartón. Tanto misterio tenía el desván para que Christoph no la dejara subir? Está un poco decepcionada, pensaba que iba a encontrarse algo más increíble.

Se levanta del suelo, y mientras se quita el polvo de los pantalones sus ojos, marrones, y grandes, se detienen en un pequeño cofre que hay detrás de la caja, esta como escondido.

- A ver si Carol va a tener razón y hay monedas de oro... -ilusionada.

Coge el cofre sin pensárselo dos veces. Es marrón, de cuero desgastado y hay un cerrojo, casi oxidado. Piensa si tocarlo, eso tiene que hacer mucho tiempo que está ahí, pero la curiosidad en saber que hay dentro hace que lo abra, el candado cede al momento.

'ULLIEL' // COMPLETAWhere stories live. Discover now