Come with me now 2

2.6K 173 34
                                    

 "¿Que es el miedo, después de todo? No es más que indecisión. Buscáis una forma de resistir, de escapar, pero no hay ninguna"

(Anne Rice)


No debería haber ido, ni siquiera haber mentido para salir solo. Pero estaba ahí, en Pandemónium, con unos tremendos nervios carcomiéndole las entrañas mientras paseaba de un lado a otro casi esperando que Jonathan no apareciera, pero lo hizo.

Se deslizaba suavemente como una sombra bajo luces deslumbrantes  que jugaban sobre su rostro, entre caricias insinuantes en la pista de baile y alguna que otra invitación, pero no cedió ante el toqueteo insistente aunque aceptó bailar con una chica especialmente atractiva, cuyas voluptuosas curvas invitaban a ser tocadas, contoneándose para él.

Alec estuvo celoso pero también embelesado.

Sus movimientos resultaban hipnóticos, seductores, como un depredador constantemente acostumbrado a la atención que se frotaba contra la indefensa chica mientras intentaba clavarle las garras, destruirla, un ángel caído contoneándose sin pudor alguno de forma tan provocativa que  debió tragar un par de veces para calmarse.

¿Por qué Jonathan sabía bailar? Una pregunta que quería respuesta inmediata.

Alec suspiró, le estaba invitando a unírsele en la pista, moviéndose tan encantador, tan insinuante, que por un instante se sintió tentado, deseando poder moverse contra aquel firme cuerpo, acariciarlo y sentir el calor de sus manos recorriéndolo despacio hasta consumirse.

En lugar de eso se quedó junto a la barra, sintiéndose un patito feo entre cisnes, observando aquellos cuerpos contoneándose sudorosos, bajo luces neón que creaban sombras, juegos, hipnóticas, peligrosas, con aquel cazador deslizándose a su gusto en aquella selva, divirtiéndose con todas aquellas presas que le deseaban inevitablemente.

Miraba todo y a la vez nada, preguntándose sobre los motivos que le habían empujado esa noche a asistir, no podía mentirse, no más tiempo, había algo en Jonathan, algo que no quería compartir ni siquiera con la Clave.

Era malo.

Podía achacarlo a una pasajera lujuria, la necesidad de estar piel contra piel frotándose hasta chamuscarse, podía decir que sus besos le dolían y daban placer a partes iguales, podía mentir todo lo que quisiera, pero la necesidad seguiría ahí, intentando dominarlo, empujándolo a bares, a donde quiera que él estuviese, porque le necesitaba, sus besos, sus caricias, aquellos profundos ojos negros que como abismos le devoraban. Poco a poco se estaba enamorando, y debía evitarlo.

Jonathan no sólo era un monstruo, había asesinado a Max, su hermanito, había acabado con muchos otros Nefilim y esperaba acabar con más, todo lo que le importaba era su mundo, sus sueños, las ambiciones heredadas de su difunto padre, nunca le había interesado él más que por un acoston pasajero, y posiblemente después de esa noche ni siquiera volvería a llamarlo.

Debía entender la realidad, era una novedad para entretenerse, el hijo de Robert Lightwood, un juguete.

—Alec.

Se sobresaltó, no le había escuchado acercarse. Aliento caliente contra su nuca y aquellas firmes manos apresándolo en un férreo abrazo mientras se pegaba insinuante, queriendo recordarle lo sucedido horas atrás.

Intentó removerse, apartarlo, insultarlo incluso, salir corriendo rumbo al Instituto para desprenderse de aquellos pensamientos impropios, pero no podía. El aroma a jabón continuaba presente junto a otro un poco más dulzón pero agradable mientras le acariciaba sin pudor alguno.

La chica con la cual anteriormente estaba danzando ahora los miraba desde lejos, y parecía realmente furiosa por ya no tener la atención de semejante ejemplar masculino.

Ardiente confusiónDove le storie prendono vita. Scoprilo ora