Jugando con fuego

5K 186 17
                                    

Nos frotaremos el uno con el otro hasta chamuscarnos el esqueleto, y cuando el reloj de mi corazón de las doce en punto, arderemos, sin necesidad de abrir los ojos

(Mathias Malzieu - La mecánica del corazón)

No podía creer que Magnus hubiese terminado con él, tampoco podía creer que no respondiera sus llamadas y mensajes, habían sido varios, demasiados, cientos, a su humilde parecer, principalmente no se podía creer haberle encontrado mientras caminaba por la ciudad y haberlo seguido todo el camino hasta aquel hotel de mala muerte.

Bueno, no era un lugar ni muy bonito ni extravagante, se atrevería a decir que tenían ciertos negocios turbios bajo la superficie pero no era eso lo que le había traído ahí en primer lugar, por lo cual no tenía nada en lo cual meterse, su objetivo era Magnus Bane.

Lo siguió hasta la recepción donde al parecer otro sujeto, encapuchado hasta las altas botas negras y cuya complexión era apenas adivinada bajo sus ropas, estaba también esperando una habitación.

¿Magnus ya se encontraba sustituyéndole?

La idea dolía como el fuego corriendo por sus venas, lacerando todo a su paso y aferrándosele a los huesos como una enfermedad venenosa, haciendo humedecer sus brillantes ojos azules. Pero se resistió a caer, porque no había nadie más alrededor ni tampoco el encapuchado parecía interesado en su novio, bueno, ex novio.

Además, dudaba que hubiese traído a alguna de sus citas a semejante lugar, aun queriendo ser discreto para no herirlo y no incitar habladurías entre los Subterráneos, Magnus tenía mejores gustos, lo cual sólo conducía a una conclusión un poco más razonable: iba allí por trabajo.

Y eso le hizo sentir como un vil espía, una novia psicópata acosadora invadiendo la intimidad de otras personas para sus propios fines egoístas, pero no podía detenerse, no quería dejarle ni tampoco ser desechado como una bonita prenda de la cual te has cansado, no, no iba a ser sólo uno más en la memoria del brujo, uno más en su cama, quería convertirse en algo importante, había ido contra su familia y los suyos por él, se había expuesto a burlas y habladurías por tenerle, ahora no iba a dejarlo irse tan fácilmente, no por un error casi infantil.

Se disculparía por haber intentado volverlo mortal, por aliarse con su ex psicótica, pediría perdón incluso de rodillas con tal de volver a tenerlo entre sus brazos y poder escuchar esos apodos graciosos que se inventaba cada noche, entre caricias adormiladas y palabras afectuosas, ansiaba despertar junto a él tras una velada salvaje entre risas y arrumacos.

Suavemente giró espalda contra la pared cuando una mirada furtiva se deslizó en su dirección, ojos felinos tan hermosos cuando estaban adormilados, y esa sonrisa radiante junto al cabello despeinado. Alec sonrió tontamente, mordiéndose los labios mientras intentaba escuchar sin ser visto, completamente pegado al muro que le resguardaba e ignorando algunas miradas curiosas en su dirección.

Era un Nefilim acosando a su ex ¿Y?

-Tengo una cita, ya habían anunciado mi llegada.

Silencio, luego unos pasos, como si el hombre tras el mostrador buscase algo.

-Habitación doscientos quince...

Alec asintió como si aquellas palabras fuesen dichas para él, y en cierto modo lo eran. No demoró más, se escurrió lentamente entre algunos clientes hacía las escaleras más cercanas, subiendo despacio con la esperanza de ocultarse antes de que Magnus entrase, quería darle una sorpresa, tal vez y sólo tal vez, el brujo le aceptaría nuevamente si lograba explicarle sus razones.

No había querido aliarse con su ex para herirlo, simplemente no soportaba la idea de envejecer y convertirse en una carga, un amor marchito.

Alec volvió a ocultarse cuando una sombra se deslizó por el pasillo, sus ojos azules apenas pudieron contemplar un poco antes de que cerrase la puerta a su paso dejando todo nuevamente en completo silencio. No tendría problemas para abrirla con una runa especial, pero no quería, por el momento, interrumpirlo, quizás no estaba tan equivocado y tendría compañía esa noche, lo había dicho, estaban esperándolo y era mejor estar completamente seguro antes que meter la pata nuevamente.

Ardiente confusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora