Epílogo

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Donde quiera que estés, te reconoceré. Cruzaré los ríos y los mares del universo de los vivos y de los muertos, violaré tu tumba y te llevaré conmigo al cielo, donde nos amaremos en paz hasta el fin de los mundos.

(La promesa del ángel)

Cuatro meses más tarde...

El tiempo le había brindado cierta calma, pero no olvido.

—Deberíamos echar abajo esta casa maldita...

Maryse Lightwood estaba de espaldas, su delgada figura acariciada por la luz de la tarde se parecía demasiado a su hermana Isabelle, con quien tenía una tensa relación tras lo sucedido en la guerra. No todos comprendían su "amor enfermo" por un enemigo tan despiadado, Alec no esperaba que entendieran.

Él tampoco podía explicarse cómo tras una noche de desenfreno casi forzado había terminado enamorado de quien menos merecía ser querido.

—A mí me parece que no tiene la culpa de quienes fueron sus dueños.

No, igualmente tampoco Jonathan había elegido su bando, fueron establecidas las suertes y él perdía. Alec también había perdido su corazón esa última noche, sin poder despedirse, sin poder abrazarlo, besarlo o hacerle el amor. Ahora se aferraba a aquella casona en ruinas que parecía tan solitaria y abandonada como él.

Tras la guerra contra las Hadas se firmaron acuerdos, una fría paz la llamaban algunos, se sentenciaron traidores, curiosamente los oscurecidos pudieron devolverse gracias a la sangre de Jace que aun contenía fuego celestial.

En su mayoría estaban bien, aunque no para todos había sido una fácil transición.

Tuvieron demasiadas bajas y ahora buscaban entre los mundanos aquellos que quisieran llenar las filas nuevamente en su lucha contra la oscuridad. Alec se sentía derrotado.

Los días no aminoraban el dolor, y aunque se había quedado en Idris para recuperarse, tampoco veía hogar alguno en las verdes praderas ni en las pequeñas casas estilo antiguo. Salvo ahí, en la casona olvidada cerca del bosque, entre sus torres inclinadas, las puertas y ventanas a medio caer, tal vez podría incluso reconstruirla si Jace se quedaba el tiempo suficiente, pues no estaba dispuesto a separarse de su parabatai.

—Amor, Magnus aún espera que le llames, ya sabes, empezar nuevamente.

Maryse había intentado muchas cosas tras la muerte de Robert en plena batalla, primero apoyarlo, luego hacerle creer que Sebastián le había manipulado o utilizado, para finalmente resignarse e intentar ligarlo al brujo como antes, como si nada hubiera cambiado en su corazón.

Él volvió a negar, los cabellos cayéndole sobre sus húmedos ojos azules cuando se encontró con algunos recuerdos Morgenstern. Una familia tan grande e imponente caída en desgracia por un ideal equivocado.

Valentine ¿Se habría sentido mal ese último instante? ¿Habría deseado volver a nacer, estar con su familia, hacer las cosas como debieron ser?

Alec quería normalidad en su mundo, ellos dos adolescentes sin preocupaciones, amándose realmente sin miedo a nada.

—Creo que me quedaré por aquí un rato.

Farfulló apenas.

—Magnus me envió algunas cartas, igual los chicos Blackthorn...

Agitó el puñado de papeles que había traído consigo desde Alicante, quería leerlos en privado, no esperaba a su madre entre las ruinas de aquella mansión intentando hacerle volver a la vida con palabras que carecían de todo sentido.

—Robert te amaba, eso nunca fue mentira y aunque...aunque parecía alejarse simplemente no sabía sobrellevar la situación, no desde Michael, no desde su alejamiento. Temía no ser un buen padre, tenía tanto miedo...

Si, él también lo había tenido cuando se enfrentó a todos los Nefilim para defender sus sentimientos por Magnus Bane, y cuando intentó mostrar lo suyo con Sebastián, ser valiente significaba que tenía algo más importante en su corazón que el mismo miedo.

Ella suspiró pesadamente pero no intentó detenerlo, le palmeó el hombro y sus pasos se fueron perdiendo en el exterior ignoto.

Todos los atardeceres al igual que cada amanecer, sin excepción, venía y se sentaba en el cobertizo para contemplar como el sol acariciaba un lejano e impenetrable horizonte, tiñendo los alrededores con brillantes tonos azules, naranjas e incluso rojos. Siempre veía el lucero del alba, siempre.

—Ojalá estuvieses aquí.

Susurró con suavidad y tomó una destartalada silla para sentarse esta vez un poco más lejos, contemplando los oscuros bosques en lugar de las amplias colinas a su espalda. Quería algo para acompañar su melancolía, algo tan sombrío como estaba él.

Abrió la primera carta con cuidado, los chicos Blackthorn habían tomado por costumbre enviarle algunas cuantas notas mientras se adaptaban nuevamente a sus vidas normales, estaban recuperándose, su padre intentaba mantener a la familia unida y se negó rotundamente a enviar a sus dos hijos híbridos, Helen y Mark, al otro lado del mundo sólo por rencores infundados. Las hadas les habían herido, sí, pero ellos dos no habían tenido nada que ver.

Los Nefilim no olvidan, y retomando las palabras de Jonathan, son demasiado estúpidos para aceptar algo diferente. A veces incluso Alec llegaba a pensar que Valentine no estaba tan equivocado queriendo destruirlos y hacerlos renacer de las cenizas, con una mentalidad más abierta, claro.

La otra carta era de Magnus disculpándose ante su apresurada partida así como dándole sus más sinceras condolencias, según él Presidente Miau lo necesitaba en casa, y Alec sospechaba que no quería lidiar con los berrinches Nefilim ni las culpas por haberle dejado colgado así como así cuando le había declarado su amor. Gracias a esa ruptura Sebastián y él habían iniciado algo.

Isabelle se lo recordaba constantemente, sin mucho cariño.

La última carta no tenía nombre ni referencias, era un sobre rustico con ligero aroma a azufre.

Alec lo desdobló lentamente, sus trémulos dedos blancos acariciaron el contorno delicado de las únicas letras que se dibujaban tan elegantes como si fuesen hechas en molde perfecto, ligeramente curvas, tan doradas que incluso brillaron cuando el atardecer llegó a su máximo apogeo.

Entre lágrimas que le asfixiaban y cegaban, Alec susurró esa única palabra en voz alta, queriendo que aquella casa al igual que él, cobrara vida con un susurro de felicidad.

Erchomai.

Voy de camino.

olde\C

Ardiente confusiónTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon