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Emilio revisó por enésima vez el armario junto al baño y el perchero de ropa que mantenían en la entrada, pero seguía sin encontrar su abrigo.

Resignado, decidió tomar otro, sin embargo, se llevó una gran sorpresa cuando se percató de que todos sus abrigos favoritos estaban desaparecidos, sólo quedaban colgados en las perchas aquellas prendas que sólo utilizaba en escasas situaciones. 

Extrañado, fue hacia la canasta de ropa sucia y revisó su contenido con la esperanza de encontrar algo, pero sólo había unas cuantas ropas usadas porque hace unos días atrás había lavado la ropa. Abrió la lavadora y la secadora para ver si por casualidad había olvidado algo adentro, pero no había nada. 

- Joaquín, ¿sabes que ha pasado con mis abrigos? - 

No obtuvo respuesta. Fue hacia su habitación para preguntarle nuevamente, pero Joaquín tampoco estaba, lo cual era extraño, puesto que a esa hora Joaquín debería estar descansado mientras veía televisión con su pequeña bola de risos a un lado. Sin embargo, esa vez sólo estaba Holly ocupando el medio de la cama aprovechando que uno de sus amos estaba ausente. 

- ¿Joaquín? -

Emilio olfateo alrededor hasta dar con su esencia. Como si tuviera un camino de flores frente a él, siguió el aroma hasta llegar a una de las habitaciones extras que mantenían para invitados, pero que próximamente se convertiría en la habitación de su cachorro. 

-Amor ¿Has visto mis abrigos? - 

Su pregunta se respondió sola, había encontrado a su pareja con las manos en la masa. Joaquín tenía un nido construido en aquella habitación, las prendas estaban amontonadas por toda la orilla de la cama formando una especie de fortaleza; en el centro estaban las mantas de los dos, concentrando el olor de ambos como una especie de núcleo que le otorgaba seguridad y comodidad al omega, quien se encontraba acurrucado en aquel punto. 

-Están aquí- Joaquín respondió con un sonrojo y sonrisa juguetona al verse descubierto. 

- ¿Un nido aquí? - Preguntó con desconcierto- Siempre lo haces en nuestra habitación- 

-Yo tuve la necesidad de hacerlo- Joaquín tomó uno de los abrigos en sus manos y lo apretujó contra su cuerpo- La habitación no tenía nuestro olor, yo no me sentía cómodo utilizando esta habitación para el bebé sin nuestro aroma, sé que es tonto pensar en eso ahora, pero...- 

Emilio, enternecido, se acercó a la orilla de la cama y extendió su mano para acunar el rostro del omega contra su palma. Joaquín enseguida ladeó la cabeza en busca del contacto, su pareja estaba ligeramente avergonzado, pero Emilio no pudo evitar emocionarse aun cuando sabía que no era seguro que pudieran tener un hijo. 

- ¿Puedo acostarme a tu lado? -  Joaquín asintió con emoción y se movió del centro, retiró unas cuantas sabanas reacomodando la organización del espacio para que su alfa pudiera entrar. Emilio subió a la cama y se recostó cómodo sobre las suaves almohadas que habían comprado especialmente para cuando Joaquín tuviera la necesidad de estar en un ambiente cómodo. 

El omega buscó ansioso el calor de su pareja y se acurrucó sobre su pecho. Emilio lo rodeó con su brazo y lo mantuvo cerca de él, permitiendo que Joaquín se impregnara por completo de su aroma, quien ni tarde ni perezoso empezó a restregar su mejilla sobre la glándula de olor. 

-No puedo esperar tener a nuestro cachorro con nosotros- 

-Yo tampoco- Joaquín contestó con voz temblorosa. 

Emilio abrazó con dulzura a su precioso omega que se escondía en sus brazos. Buscó la marca en su cuello y la acarició con suavidad mientras se dejaba invadir por las suaves feromonas que expresaban felicidad y tranquilidad. Besó sus labios sintiendo el cariño desbordar por su cuerpo y tal fue su alegría que olvidó por completo todos los deberes que debía realizar aquel día

Dulce Ronroneó Donde viven las historias. Descúbrelo ahora