Capítulo cinco

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 Él no deseaba hacerlo. A pesar de que era Lara quien se lo pedía, y que en general la situación se lo exigía, no era de su agrado revisar una computadora muy avanzada y a escondidas, mucho menos al saber que esa era la que había usado Joen para ubicar a Samuel.

—Sigue intentándolo. Mi respuesta seguirá siendo la misma aquí y en Alemania— rechistó Peter.

—Por favor, Pet. Eres un genio de la informática. Con tu cerebro podríamos ayudar a los chicos a buscar a mi padre.

—Ellos ya saben dónde está, Lara. Y aunque sé que no tengo el derecho de negarte algo que tenga que ver con tu vida, me parece un poco apresurado que quieras averiguar la ubicación exacta.

—¿Qué insinúas?

—-Que de un tiempo para otro te has vuelto muy temeraria. Sé que la adrenalina puede ser excitante, pero no exageres.

—Pet...

—Basta, Lara. Deja que los expertos en lunas o lo que sea se encarguen.

—Te dije que no iba a funcionar— anunció Julia con las manos en el barandal.

—Lo intentaste. Eso es algo— contribuyó Mérida.

  Aún continuaban en la cárcel de la Luna Azul, lugar donde los tres guerreros todavía estaban sacando datos de las piezas con que El Conquistador había creado el portal. La blanquecina, frustrada y ansiosa debido al misterio que se revelaba tras esas paredes, no podía dejar de pensar en el Joen que le había gritado y el que, sorpresivamente, se había negado a darles un entrenamiento para poder controlar mejor sus poderes.

  Si bien era cierto que ellos cuatro (antes de descubrir que Chelsea también era un organismo distinto) habían practicado el manejo de sus emociones para que este no afectará su vida y sus habilidades, no podía negar que, si estuvieran frente a un ejército insensato, su clan sería el perdedor.

—¿Problemas en el paraíso?— curioseo Chelsea.

—No.

—Esa fue la contestación más falsa que he escuchado. ¿Por qué no dejas que ellos manejen esto? Saben y entienden más del tema que todos nosotros juntos.

—Hace un mes y medio descubrí quien era mi padre,que me había hecho y el por qué mi mamá siempre estuvo sola. Sé que no lo conozco, tampoco es que necesite hacerlo, pero...

—¿Deseas probar algo?

—¡No! Supongo que quiero sentirme útil. Necesito ayudar, aunque sea en algo pequeño.

—¿Mantenerte viva no cuenta?

La chica se giró, y al encontrarse con la figura del guerrero y la de los otros, anhelo no haberse sentido tan ansiosa y estresada.

—Si te refieres a seguir respirando, creo que lo estoy haciendo bien.

—Me parece maravilloso. Ahora me toca: hemos intentado averiguar en qué ciudad está, y por lo que alcanzamos a escuchar y ver a través de las cámaras, al parecer Peter es bueno en esto— dijo Alex.

—Sé que estamos en otro planeta, pero yo considero eso como una invasión a la privacidad— advirtió el joven señalado.

—Es la cárcel: no tiene ningún sentido si no estuviera vigilada.

—De acuerdo, muy bien. Alex, creo que no eres de esas personas que sirven para dar mensajes— confesó Thomas preparando su garganta—. Es cierto: necesitamos tu ayuda, Peter. No mentiremos acerca de los portales: hay muchos en las lunas, pero también hay algunos que se pueden cargar en el bolsillo, y estos liberan unas hondas que ayudan a ubicar a la persona que lo tenga. Sin embargo, Samuel es muy quisquilloso, y ahora está haciendo lo que sea para evitar ser encontrado.

Luna de Hielo [Saga Moons #2] {➕}Where stories live. Discover now