Capítulo dieciséis

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 Estirando los brazos por encima de su cabeza, y dejando que un suspiro de alivio saliera de su boca, Joen se dejó caer en una de las camas que estaban disponibles. Era inusual que sintiera cansancio, pero al analizar todo lo que habían hecho en muy pocas horas y el cambio de atmósfera experimentado, no era de extrañar la pesadez de su cuerpo. Colocó ambas manos debajo de su nuca, analizó el techo sobre su cabeza y ahogó una exclamación al recibir el peso de Lara sobre su pecho.

—Te ves cansado— dijo ella al estar boca arriba.

—Lo estoy.

—Tengo una pregunta algo rara, y pensé que quizás podrías sacarme de la duda.

—Soy todo oídos— declaró él acariciando su cabello.

—Según mis conocimientos, los humanos no pueden respirar en la luna porque el oxígeno se encuentra en las rocas.

—Correcto.

—Yo pude hacerlo, y mis amigos también.

—Lo note desde el primer momento.

—¿Por qué?

El joven se levantó poco a poco, y obligando a Lara que hiciera lo mismo, se sentaron uno frente al otro en el colchón blanco con sábanas cafés.

—Aunque te hayas criado como una humana, eres alien, y eso hace que tu organismo sea más rápido que el de una persona que vive en la tierra. En el caso de tus amigos, es difícil de explicar, pero creo que se debe a que ellos no son tan humanos como habíamos creído al principio, y eso asusta.

—¿Por qué?

—Tienes muchos por qués hoy— río Joen jugando con sus manos—. Lo más cercano que tengo a una suposición sensata es que son otra especie: no son terrestres, pero tampoco llegan a ser aliens.

—Recibimos esos poderes cuando éramos niños, aunque ellos se me adelantaron un poco, incluso Chelsea, y ni siquiera sabía que ella estaba ahí— informó la blanquecina mirando hacia la ventana—. Estábamos en Central Park, cuando fuimos a ver a los patos y a sus bebés: no sabíamos que iba a ocurrir una explosión, y que el causante sería ese metal.

—¿Metal?— inquirió el chico frunciendo el ceño.

—Si: de él escurría una sustancia verde y viscosa. Estábamos muy cerca, y nos quemó en ciertas partes. Ahora se ven diferentes.

—Tu...

  Ella giró sobre sí misma, y al apartar un poco la blusa y el cabello de sus hombros, él pudo dar una exclamación de sorpresa: desde la nuca hasta los hombros, Lara tenía bellas "eles" creadas a través de un símbolo que se repetía en esa sección de su piel. Un remolino rectangular era lo más cercano que se le ocurría al tratar de describirlo, y sin querer, le entraron muchas de besar esa sección.

—No lo soporto.

—No están tan mal.

—¿Puedo tocarte ahí?

Ella tragó saliva, y con la respiración acelerada, susurro:

—Presiento que harás otra cosa en vez de tocar.

—Y es por eso que te estoy pidiendo permiso: es tu cuerpo, tu momento y tus decisiones. No quiero saltar sobre ti como un desesperado, porque adorar un cuerpo femenino con delicadeza es como estar en el cielo.

  Ella asintió lentamente, y estremeciéndose antes del ataque, se dejó llevar: unos pequeños toques comenzaron a atacar sus hombros, y al tiempo que las manos de Joen se perdían en sus piernas, ella abrió los labios en busca de aire. Él siguió besando esas heridas que, aunque habían sanado, significaban un evento traumático para ella. La joven tiró su cabeza hacia delante, y dándole más acceso, él lamió su nuca y los hombros que poco a poco quedaron sin el tirante de su sostén.

Luna de Hielo [Saga Moons #2] {➕}Where stories live. Discover now