Epílogo

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    Mi cuerpo estaba quieto, mi respiración se mantenía bajo control y la cama en la que estaba no hacía más que abrazarme, a mí y a mí cansancio repentino. ¿Dónde estaba?, ¿Dónde se encontraban mis amigos?, ¿Y mi madre? Un ligero cosquilleo se extiende por mis brazos, después baja por mis piernas y se vuelve persistente por toda mi piel. No era molesto, pero sí que era un tanto extraño. Con pesar, intento abrir mis ojos, y para mi sorpresa, la luz no era tan cegadora como creí que sería, sin embargo, no estaba en una cama, ni tampoco en una habitación normal.

    La desesperación me envuelve, la confusión también y todos los recuerdos llegan a mi cabeza en menos de un segundo: mi padre, mi madre, la explosión que causamos Joen y yo... con fuerza, golpeo la tapa de cristal que me conserva en esa especie de capsula, y sigo, sigo, sigo, continuo hasta que logro crear una pequeña fisura, aunque después de unos minutos, una alarma resuena en el lugar y dos chicos corren hacia mí.

—Jamás pensé que tuvieras tanta fuerza— dice Alex desde afuera.

—Debemos sacarla— le susurra Thomas al oprimir un botón.

    Un humo blanco sale del espacio en donde estoy acostada, y recibiendo la ayuda de ambos, consigo sentarme sobre el delgado colchón. Tonos morados y lilas invaden las paredes, artefactos raros y un tanto desconocidos para mí inundan algunas mesas, y en cuanto mi vista se posa en la persona que está a unos metros de mí, suspiro.

—Joen... él...— la sorpresa hacia que mi voz titubease.

—Está recuperándose. Y se supone que tú también, pero...

—Te despertarse y rompiste el cristal de una de las capsulas curativas.

—Gracias por tu obviedad, Alex.

—De nada, querido.

—¿Qué fue lo que paso?

    Los dos se toman con asombro mi pregunta, y ayudándome a bajar, noto que preparan las palabras que quieren decirme, y yo, con la curiosidad corriendo por mis venas, hago un recorrido por cada rincón de ese laboratorio. Distintas jeringas de diversos tamaños son exhibidas en una mesa metálica, un artefacto con una base ovalada llama mi atención; unas cuantas armas y ciertas partes de los trajes de batalla de los soldados, todo eso me parecía tan inusual y conocido a la vez, que no pude evitar dar una vuelta sobre mi propio eje.

    Sin embargo, Joen fue el que más me cautivo, aunque no de una manera positiva: se encontraba dentro de unas de esas camas, y en medio de un sueño profundo, pequeños brazos robóticos se esmeraban en curar las heridas que aún estaban abiertas. Su torso permanecía desnudo, sus piernas estaban vestidas por un pantalón blanco y su cabello, largo y brillante, bajaba por sus hombros. ¿Estaría escuchándonos?

—Tu padre huyó, otra vez— dice Thomas después del silencio prolongado.

—Nos tomara tiempo dar con su paradero, pero eso no es lo peor—advierte Alex acercándose un poco a mí—. Se llevó a tu mamá, Lara. Y lo sentimos, lamentamos mucho no haberlo evitado.

    En ese instante, mi mundo se derrumba: las manos me tiemblan, los ojos me arden y la culpa me asfixia. Si yo no hubiera insistido en atraparlo, si yo no hubiera sido tan ciega en cuanto al peligro que eso significaba, ella estaría bien, a salvo junto a mí. Una vez más, contemple el rostro apacible de Joen, y volteando hacia sus amigos, pregunte:

—¿Cuánto tiempo más estará así?

—No mucho. Cuando un alien es herido, su piel vuelve a regenerarse, pero él fue torturado con nuestras propias armas durante mucho tiempo, así que los mejor es esperar.

—Alex, yo... si les soy sincera a ambos no sé qué voy a hacer. Debo encontrar a mi mamá, mis amigos... sus familias...

—Ellos están bien, y en cuanto a tu madre, haremos lo que sea para encontrarla. A ella y a la mamá de Chelsea.

Luna de Hielo [Saga Moons #2] {➕}Where stories live. Discover now