Capítulo siete

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—¿Dónde estás, papá? —murmuró Chelsea contemplando un mapa de Tokio en su celular.

  La impaciencia no dejaba de instalarse en su pecho, y aun cuando Peter estuviera buscando la ubicación real, simplemente había algo que le impedía obtenerla. Tal vez era porque no tenían un rastreador verdadero, o quizás se debía a que, en realidad, ese pequeño portal hecho por Samuel no era como los que había en la luna.

—Sabes que de esto me encargo yo— le recordó Peter mirando la pantalla.

—Sé que eres bueno con la informática, pero tampoco creo que seas un hacker.

—Si pude entrar en tu corazón, esto será lo más fácil del mundo. A veces, los sentimientos humanos son difíciles de interpretar, y digamos que la tecnología es aquella que falla cuando menos lo esperas— resumió el joven tecleando algo.

—Tus momentos de filosofía me dejan anonadada, pero de verdad necesito, al igual que Lara, encontrar a este idiota.

—¿Por qué lo necesitan? Y sé que no tengo el derecho de recordarles, pero ese hombre no estuvo presente ni en la vida de ella ni en la tuya— anunció Peter mirándola a los ojos.

  La pelinegra tuvo que respirar hondo para poder confesarle algo que hacía tiempo ocultaba, y que ahora, cuando ya tenía una relación de hermandad con la extraterrestre, planeaba sacar con temor.

—Él nos visitaba a mi madre y a mí.

El chico paró unos instantes para poder analizar lo que había escuchado.

—¿Qué?

—Lo hacía a escondidas, y no entiendo por qué no iba a la casa de la señora Catherine cuando estaba en la tierra, pero supongo que fue por el hecho de todo este desastre.

—Lo que estás diciendo es delicado, muñeca.

—¿Crees que no lo sé? Por años me la pase menospreciandome porque esas estúpidas visitas solo eran para escucharlo decir que Lara era la única que no había sido un error.

—Chels...

—Mi mama decía que no lo era, y que nunca lo había sido, pero que él me lo recordara una y otra vez era nefasto— manifestó ella con las manos en su cabello.

—Escucha...

—¿Crees que Lara y su madre me odien si se los digo? Sé que ese entonces no sabían nada, pero creo que es buena idea contarles.

  El joven se levantó de la silla, fue hasta ella y la estrechó entre sus brazos queriendo reconfortarla. Un silencio cómodo los invadió, y mientras la oscuridad de afuera se iluminaba con tonalidades púrpura, escucharon los pasos de personas acercándose.

—No quiero soltarte— susurró Peter con el mentón en el cuello de ella.

—Yo tampoco, pero vienen a supervisarte, ¿No es así?

—Conste que este no es un trabajo y que tampoco me pagan por ello. Además, estaban casi rogándome que les ayudara, y como la reunión con el tal consejo se alargó, no tienen de qué quejarse.

—¿Has encontrado algo?— inquirió ella masajeando sus hombros.

—Quiero besar esas manos— se desvió él cerrando sus ojos.

—Esa no es la respuesta que creí que darías.

—He descubierto un pequeño indicio, y aun me sorprende que no hayan cámaras de seguridad aquí.

—Este lugar es más seguro que Nueva York.

—¡Gracias por alargarlo! Las lunas suelen parecerse entre sí, pero siendo sinceros, no veíamos necesario una alta seguridad hasta que un idiota se escapo. Y ya que estamos aquí, ¿Podrían ser cariñosos en otro momento?— pidió Alex con sudor en el rostro.

Luna de Hielo [Saga Moons #2] {➕}Where stories live. Discover now