Capítulo veintiuno

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   Nunca pensó que ese momento llegaría, de hecho tampoco fue algo concreto en la mente de Lara la noche anterior, cuando Abel estaba inconsciente y su hermana temblaba de pies a cabeza. Pero ahora, con él esposado a una de las sillas y con una taza de té frente suyo, se preguntaba el por qué de su silencio repentino y las razones de su llanto abrupto. Ella se movió encima de la silla, y tratando de encontrar las palabras adecuadas, jugó con la piel expuesta de la cutícula de sus uñas.

—Te llamas Abel, ¿Cierto?

  Él, aceptando por fin el té de manzanilla que le daba miedo probar, asintió con la cabeza.

—¿Tienes apellidos?

—Kasun— susurró él lo suficientemente alto para que lo escuchara.

—¿Es el de tu madre?

   "No lo sé" quiso responderle el joven, aunque nada salió de su garganta hasta unos minutos después, cuando el humo de la bebida le calentaba los labios y el sabor le contagia cierta extrañeza y curiosidad.

—Es complicado de explicar.

—No quieres decírmelo— concluyó la blanquecina.

    Lo entiendo, en cierta forma, y dado que aún no aprendía de memoria ciertos conceptos de las lunas, se quedó callada en cuanto a ese tema que le costaba a Abel, y en vez de eso carraspeo para darle un comienzo al interrogatorio real:

—¿Por qué querías lastimar a Chelsea?

—Esa no era mi intención.

—¿En serio?

—No se notaba— dijo la pelinegra entrando en la habitación.

   Un sonrojo imprevisto se apoderó de sus mejillas, y evitando su mirada, solo le prestó atención a la blanquecina, o al menos eso es lo que intenta Abel.

—¡Habla de una vez!— grita la adolescente.

—No seas tan brusca— la regaña Lara entre dientes—. Mira, solo queremos saber dónde está mi padre, ¿okey?. Esto ni siquiera tiene que ver contigo.

—Tú no sabes nada— rechista él con enojo.

—Tú tampoco— dijo Chelsea al cruzarse de brazos.

   En ese instante en que su voz viajó por sus oídos, y en los que ella no hacía más que refunfuñar, pudo mirarla con más detenimiento: cabello negro, piel clara, estatura mediana y delgadez algo notoria.

—Si todo tiene que ver con ella, ¿Qué haces aquí?

—Vaya, pensé que serías un poco más caballeroso luego de casi matarme en el baño de la escuela— le reclamó la hermana de Lara paseándose.

   La alien abrió la boca con sorpresa, y levantándose de su lugar, decidió establecer condiciones antes de continuar con su trabajo:

—No creo que tengamos tiempo para discutir. Chels, por favor, deja de presionarlo de esa forma, y tú, habla ya, o por lo menos dinos algo que nos ayude.

—¿Por qué haría eso? No soy un soplón— se encoleriza Abel tirando de la muñeca amarrada.

—Estás involucrado en un plan que no beneficia a nadie de tu mundo. No eres un soplón en cuanto a tu jefe, pero al final si frente a los tuyos— logra interpretar la blanquecina mirando por la ventana.

   El muchacho se sorbió la nariz, y sintiendo la hinchazón de su rostro, se quedó callado, a la expectativa y sin saber qué decir luego de esa verdad abrumadora. Era cierta, pero las cosas que hacía eran con un solo fin: saber quienes eran sus padres y por qué lo habían abandonado. A sus ojos era muy inteligente, práctico y silencioso cuando había que serlo, sin embargo, esas cosas positivas no fueron suficiente, al menos no para ellos. Se preguntaba una y otra vez dónde estaba la información faltante que nadie del orfanato se dignaba a brindar, y también si sus recuerdos se encontraban escondidos en algún lado.

Luna de Hielo [Saga Moons #2] {➕}Where stories live. Discover now