Capítulo veinticuatro

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    Samuel no estaba enterado de que Akira ya no traía el chip, y aunque iba a descubrirlo dentro de poco, él solo pensaba en su próxima recluta: Berenice. La mujer aún no se descongelada, pero en cuanto El Conquistador tocó el gran cubo, este se volvió agua y todo el suelo de la habitación terminó mojado.

    La humana no reconoce el lugar en el que se encuentra, y tratando de que el pánico no la envolviera, observa todo a su alrededor de forma desesperada. El hombre lanzó una risa corta, y ella reconoció el sonido, aunque el tiempo ya había pasado por esas cuerdas vocales.

—Hola de nuevo, querida.

—¿Dónde está mi hija?— pregunta Berenice con enfado.

—No lo sé, hace mucho que deje de saberlo— le responde el villano mirando por la ventana.

—¿Por qué haces esto?, ¿Por qué te empeñas en arruinar nuestras vidas?

     Un recuerdo vago llega a la mente de él, y concentrándose en eso, se olvida de todo lo demás: quería enorgullecer a su padre, quería cumplir con el cometido que su progenitor siempre había deseado: destruir a los humanos. Pero una cosa lo hizo llegar a la otra, y acabó por querer la extinción de esa raza y el control de la suya.

—No creo que te importe— dijo él después de un breve silencio.

—Desde que esto incluye a Chelsea me importa.

    Samuel fue hacia ella, y jalando su cabello para que se levantara, la estampo contra la pared.

—Ella no es importante aquí.

—Pero es tu hija, y al final si heredo algo de ti.

    Él, desconcertado, la empuja hacia la cama y la señala con un dedo amenazador. Eso no era posible, ya que Chelsea nunca había dado indicios de ser mitad alien, sin embargo, pensó en el hecho de que jamás quiso ser parte de su vida, y de que tal vez si había una posibilidad de que eso hubiese sucedido.

—Por tu bien y el de esa cosa, no cometerás ninguna tontería.

—¿Qué es lo que quieres de mí?

    A Samuel le molestó que le respondiera con una pregunta, y eso Berenice lo guardaba como una defensa personal. Su antiguo amante acortó la distancia, y acariciándole el pómulo, le da una cachetada segundos después. El ruido corta del aire del espacio, y sintiendo las lágrimas en los ojos, lo escucho hablar:

—Si pudiste cargar con un embarazo como el que tuviste, ¿Por qué no habrías de soportar otra invasión?

    El terror la invadió al instante, y oyendo las carcajadas escalofriantes del dictador, decidió llorar cuando él pudiera dejarla sola.  

    La extraterrestre se quedó contemplando el sol mañanero que entraba en la alcoba, y mientras ordenaba su cama, pensó en la noche que habían tenido todos ellos: cena deliciosa, sueros desabridos y, de alguna manera, una paz relajante durante la...

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    La extraterrestre se quedó contemplando el sol mañanero que entraba en la alcoba, y mientras ordenaba su cama, pensó en la noche que habían tenido todos ellos: cena deliciosa, sueros desabridos y, de alguna manera, una paz relajante durante la conversación, y eso que Abel también había participado. Lara, luego de evitar la familiaridad que le hacía sentir ese chico, dejó que los brazos fuertes de Joen le envolvieran la cintura y que él, cariñoso, le besara el cabello.

Luna de Hielo [Saga Moons #2] {➕}Where stories live. Discover now