𝓑 𝓐 𝓑 50

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el efecto de la anestesia había pasado y a pesar de estar algo adolorida, la sensación de que no estoy ayudando en nada, me esta carcomiendo

tomo el bote de mis pastillas y leo su etiqueta, mientras la píldora pasa por mi garganta

- Berlín, ya no puedo - finalizo, levantándome sin ayuda

- espera...

- necesito saber que esta pasando allá afuera. Necesito hacer algo. Que me pongan otra puta anestesia y puedo seguir con esto...

me interrumpo a mi misma, viendo a Rio enterar por la puerta

- hola - hay algo diferente en su mirada, y comienzo a preocuparme - ¿Puedo hablar con ella, por favor?

- hablamos más tarde, Berlín - murmuro, preocupada por el estado de mi hermano

mi esposo no pone ni un pero, saliendo de la habitación

- ven - le digo, y el camina hasta la camilla, con la mirada gacha

Verlo de este modo, solo me recuerda cuando era pequeño. Las veces en las que iba a mi cuarto a media noche, diciendo que tenía miedo y yo lo dejaba dormir conmigo

La mayor parte del tiempo me culpo a mi misma por haber tenido gran influencia en que ese niño terno, se convirtiera en lo que es ahora

De no ser por mi, el pudo no haber tenido ese acceso a malos contactos

Nuestros padres nunca pusieron la atención necesaria y eso me obligo desde pequeña a desarrollar mi instinto protector con el

Antes de el atraco a la fabrica de la moneda, Rio era la única persona por la que me preocupaba en el mundo. Después de ahí, ustedes conocen la historia

- ¿Cómo estas? - le pregunto y lo veo encogerse de hombros - ¿has podido descansar algo?

- lo he intentado, pero no pego un ojo

Mi mente viaja a lo que tuvo que vivir y hago una mueca

- ¿tienes pesadillas?

- cada que me acuesto, vuelvo a revivirlo todo - su voz se escucha frágil

Me quedo en silencio unos segundos

- ven - tomo su mano, incitándolo a recostarse conmigo

El lo duda un poco, pero termina accediendo

Se recuesta a mi lado, y nos mantenemos en silencio por un rato

- me sacaron de mi celda por la noche....y me obligaron a cavar mi propia tumba en el desierto - empieza a contar, con la voz rota- me hicieron meter un ataúd a el agujero y me obligaron a entrar en el

mi garganta se seca, con solo escucharlo

- comenzaron a tirarme paladas de arena, hasta que me enterraron - su respiración se acelera, con cada palabra - y me dejaron ahí en la obscuridad. En silencio y casi sin poder respirar....

Lo abrazo, acariciando su cabeza y espalda, intentando calmarlo

- Despacio. Respira. Estoy aquí contigo

Siento como se relaja un poco, pero las lagrimas comienzan a salir por sus ojos, mojando mi camisa

- ¿sabes lo único en lo que pensaba?

- ¿en que?

- en el profesor. Sentía que el debería ser enterrado vivo y no yo...perdona

niego, aun abrazándolo

no se cuanto tiempo pasa. Si minutos, o horas, pero me mantengo ahí para el, hasta que logra quedarse dormido

suelto un suspiro, intentando eliminar cierta necesidad de venganza en mi pecho

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Rio solo logró descansar unas horas, pero tuvo que levantarse a cubrir su turno, cuidando rehenes

cuando recién lo veo salir, me levanto con cuidado, sintiendo un fuerte tirón en el hombro

reviso la herida, pero me arrepiento de inmediato, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo, con solo ver la piel cocida

rebusco en la habitación mis cosas, y cuando las encuentro, comienzo a vestirme

primero la playera negra y después el traje rojo. Este no lo abrocho de la parte superior

el dolor es resistible, así que tomo una pistola y salgo de la habitación a paso lento

me acostumbro a el dolor, caminando lo más normal posible

- ¿por donde se ha ido? - escucho la voz de Tokio y camino en esa dirección

- por la escalera - la voz de mi hermano se escucha

entro a la "habitación" y las miradas de todos se posan en mi

- ¿Qué pasó? - mi voz resuena y ellos caminan hacia mi, como si me quisieran proteger de algo

- ¿Qué haces fuera de la cama?

- puedo caminar y ya no aguanto estar acostada sin hacer nada

- pero te operaron hace unas horas

- pero tengo una jodida enfermedad que no me deja estar en paz - respondo, algo molesta por sus comportamientos - ¿Qué paso?

- Gandía se a escapado

me quedo en silencio por unos segundos, analizándolo

- ¿Qué vamos a hacer?

- tu nada - Berlín no tarda en responder - Estocolmo, Denver. Os quedáis aquí. No dejéis que se acerque a la puerta. Si la abre y se escapan los rehenes, estamos jodidos

- entendido

- cuiden a Boston. Que no haga ninguna idiotez. Helsinki, con Tokio. Bogotá, conmigo

todos caminan en las direcciones señaladas, y Estocolmo me toma suavemente del brazo

- todo el puto mundo de pie, ya! - Denver le habla a los rehenes y estos hacen caso, llenos de temor

mi respiración comienza a alterarse, pero hago lo posible por mantener la calma

no tener el control de la situación, me jode más

- ¿Dónde esta Nairobi? - pregunto en voz alta, y ellos intercambian miradas

- falta Nairobi - Denver informa en el woki toki y sus gritos de desesperación se hacen presentes

- déjame ir - le pido a Estocolmo y ella niega de inmediato - si les ayudo, es mas fácil que las cosas salgan bien. Por favor

- me dieron una orden, Boston. No estas en condiciones

suspiro, resignándome y tomando asiento al lado de Rio

- a partir de ahora las normas han cambiado - Denver habla con los rehenes - nadie se levanta. Nadie se mueve. Nadie come sin una puta orden directa

Arturo se acerca a el, con una expresión antipática

- estáis jodidos, Denver. Muy jodidos

- no me lo puedo creer - Estocolmo murmura, estresada

- ¿me estas diciendo algo, Arturito?- Denver pregunta, con su molestia en aumento

- si. Que ya no sois invencibles. No. No sois invencibles. NO SON INVENCIBLES!

- cállate - murmuro, con la voz no muy alta, pero apuntándole con la pistola, directamente en la frente -

- ¿o que?

- te vuelo la puta cabeza

- las cosas han cambiado. Ahora nosotros somos la resistencia - el empieza a animar a el resto, a corear lo ultimo -

el ruido empieza a ser estresante, pero antes de que pueda hacer algo, Denver comienza a disparar hacia el techo, asustándolos a todos

- resistencia, mis cojones

- todo el mundo al suelo!-

𝗗𝗲 𝗕𝗼𝘀𝘁𝗼𝗻 𝗮 𝗕𝗲𝗿𝗹𝗶́𝗻 | La Casa De PapelWhere stories live. Discover now