capitulo 2 parte 2

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Un violento asesinato hacía tres días y, después, nada. La calma antes de la tormenta. Aquella idea le hizo estremecerse.

Mew estaba sentado ante su mesa de trabajo encerrado en su estudio sin dar golpe pero sintiéndose culpable por un crimen que no había cometido. De pronto, oyó llegar los coches. Nadie se acercó a la puerta, de modo que miró por entre las venecianas y vio a los dos agentes de seguridad conversando. El lenguaje corporal daba a entender que se sentían bien juntos. Un equipo.

El nunca había gozado de eso. Incluso con sus colegas en el FBI, nunca se había sentido cerca de alguien. No podía. ¿Qué ocurriría si les pasaba algo?

Sonó el timbre. Necesitaba unos minutos más para recobrar la compostura.

Quería muchísimo a tul pero la conversación de la pasada noche, sumada a todo lo demás, le había traído recuerdos que tenía que volver a enterrar, al menos hasta que se encontrara de nuevo a solas.

—Bonito lugar —dijo win.

Gulf miró a su alrededor, frunciendo el ceño. Apreciaba la estética del lugar, pero ahora le preocupaban más los aspectos relacionados con la seguridad.

—Hay muchas ventanas. ¿Dónde están las cortinas?

—El propietario nunca las ha puesto del lado de poniente. —Annette sacudió su melena oscura con un sutil movimiento de la cabeza. Annette era una mujer elegante y atractiva, de ojos azules e inteligentes—. Es un tipo muy excéntrico. Así que a veces por la tarde hace calor. —La productora siempre hablaba con marcadas inflexiones. A veces era irritante.

—Creía que suppasit era el dueño.

—Lo es. El propietario es amigo mío, un actor que está rodando una película en Australia. Le alquila la casa a mew.

Gulf miró a su alrededor, asimilando la distribución del espacio.

Todo era blanco y deslumbrante, y había mucho vidrio. Los muebles, la pintura de las paredes, las alfombras. El único color visible era el de unos cuadros abstractos

de colores primarios en tonos fuertes que decoraban las paredes aquí y allá. Estéril.

Frío. Él no viviría en un lugar así, de eso estaba seguro.

Se encontraban en un salón amplio, en el nivel inferior de la primera planta.

Tres grandes ventanales conformaban el escaparate del mar. A la derecha había una sala de estar, una especie de biblioteca con un bar en una pared. A la izquierda estaba

el comedor, en un nivel más elevado, también con vistas al océano. Las tres salas tenían puertas ventanas de doble batiente que daban al balcón.

Aquella casa era una jodida pecera.

—¿Qué pasa? —preguntó Annette.

—Tenemos que hacer algo con estas ventanas —dijo, con un movimiento del brazo.

—¿Cómo qué?

—Lo que sea.

—Pero nadie puede ver desde fuera. La casa está orientada hacia el mar.

Gulf procuró responder discretamente.

—Es verdad, pero alguien podría estar afuera por la noche, en el balcón, y ver todo el interior, con la casa encendida como un árbol de Navidad, y uno ni siquiera se daría cuenta. —Echó una mirada a su alrededor—. ¿Dónde está el señor suppasit?

—Está en su estudio —dijo Annette—. Iré a buscarlo.

¿Está solo?, pensó gulf. Ya empezaba a no gustarle el ambiente de aquella misión. No sabía nada acerca de Suppasit excepto que era un ex agente federal

convertido en escritor. Ahora trabajaba en un guio para Annette y vivía en una casa de cristal. Y, desde luego, sabía lo que había leído en los periódicos acerca del asesinato en tailandia.

gullf siguió a la productora con la vista mientras se alejaba por el pasillo y se detenía ante la primera puerta de doble batiente. Conocía a Annette y confiaba en ella, pero tomó nota mental para pedirle a win que llevara a cabo una breve y

discreta investigación sobre la productora y su empresa. Aunque nunca había oído hablar de asesinatos perpetrados para conseguir publicidad, sí sabía de casos de

trampas montadas para llamar la atención sobre una joven estrella o sobre una película con malas críticas.

—¿mew? —dijo Annette, desde el pasillo—. Han llegado los de seguridad.

Se oyó una respuesta ininteligible.

Annette se volvió hacia gulf con una media sonrisa.

—Saldrá en unos minutos.

—Oiga, no puede estar ahí solo. Si alguien se ha propuesto matarlo, debería estar visible en todo momento. —Pasó junto a Annette y llamó con fuerza a la puerta—. Señor Suppasit, soy gulf kanawut. Por favor, salga.

—He dicho cinco minutos —respondió el desde el otro lado.

—No, no está seguro ahí dentro.

Le oyó reír, y a ese sonido siguió otro, perfectamente reconocible, de un cargador que se introducía en una pistola. El corazón se le aceleró. ¿Estaba solo? Intentó abrir. Estaba cerrado con llave. Entonces vio que uno de los pomos giraba

lentamente. Se apartó contra la pared. La puerta se abrió apenas y gulf esperó a que el saliera. Cuando no apareció, se deslizó junto a la pared y abrió la puerta del todo.

En medio del estudio había un hombre con ojos del color tierra. Tenía la mirada ausente, inexpresiva, y llevaba el pelo hacia atrás.

Lo apuntaba al pecho con una pistola.

—Bang, está usted muerto.

—¡Baje esa maldita pistola! ¿Qué diablos se ha creído? ¿Qué está haciendo?

—Me estoy protegiendo.

Gulf giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta.

—win, nos vamos.

—gulf —dijo win, mordiéndose el labio.

—Ahora. —Decir que estaba furioso sería poco. gulf no toleraba que nadie lo apuntara con un arma. ¿Acaso estaba loco?

—Por favor, gulf —dijo Annette, poniéndole una mano sobre el brazo—. Mew está muy afectado. Escucha. Te necesita.

gulf miró a Annette y luego al castaño que salía del estudio con los brazos cruzados, sosteniendo en una mano una Glock con gesto desenfadado, apuntando al suelo. Se veía que estaba muy tenso, lo cual contradecía su actitud distendida. Era delgado, pero Michael percibió unos músculos bien formados por debajo de las mangas cortas de su camisa. Estaba pálido, pero, aun así, era muy guapo, quizá demasiado.

Tenía la misma expresión perdida que cuando le había apuntado con la maldita pistola. Sin embargo, la intensidad de sus ojos le disuadió de abrir la puerta y largarse. Acababa de entender el sentido de la frase «Los ojos son la ventana del alma». Los ojos de Mew Suppasit le decían que estaba asustado, pero que era un hombre fuerte, angustiado pero atrevido. Era una combinación cautivadora.

—Le daré diez minutos para explicarse —dijo gulf, entre dientes.




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