capitulo 4 parte 2

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Mew guió a gulf hasta llegar a un pequeño dúplex a sólo tres manzanas de los estudios, en un barrio más antiguo y bien cuidado.

—Tar vive en la parte de atrás. Por favor, deje que yo me ocupe de esto —repitió.

Él quiso protestar, pero al ver que mew tensaba la mandíbula, supo que estaba decidido. Al mismo tiempo, percibió su cansancio, que daba cierto brillo a sus ojos. Le tocó la mejilla con la punta de los dedos, y el gesto se convirtió en caricia.

Luego dejó caer el brazo.

—Yo le guardaré las espaldas.

Mew asintió, con una media sonrisa. Caminó por delante hacia la entrada, y luego hasta la parte de atrás. Llamaron a la puerta. Sin respuesta.

—tar, soy yo, mew.

Oyeron pasos que se arrastraban. Luego una cerradura de seguridad deslizándose y la puerta se abrió. Al mirar por la rejilla, por encima de la cabeza de mew, gulf vio a un chico alto, delgado y pálido. Tenía unos enormes ojos marrones y el pelo corto. Llevaba una camiseta negra y vaqueros gastados. En la cara no tenía ni un pelo. Parecía tan joven que gulf se preguntó si, en realidad, se afeitaba.

Tar miró de mew a gulf y de vuelta a mew, mientras restregaba los pies.

—Hola.

—¿Podemos entrar, Tar?

Tar le lanzó a gulf una mirada de suspicacia.

—Te presento a mi amigo, gulf kanawut. Trabaja para los estudios. —Cuando tar no se movió, mew añadió—: Es de seguridad.

Tar frunció el ceño.

—Sabías que fui yo, ¿no?

—Me gustaría entrar —dijo el.

Tar abrió la puerta de rejilla y los dejó entrar. Gulf se quedó sorprendido al ver lo ordenado que era el chico, aunque la decoración de la habitación era extraña.

Los destartalados muebles estilo años cincuenta, aunque no tenían nada de atractivo, eran funcionales. En una esquina había una estantería repleta de libros, aunque las cuatro novelas de mew estaban aparte y muy bien puestas en la estantería superior.

Gulf sintió una especie de irritación con los carteles de cine de terror pegados a la pared con chinchetas, pero lo que de verdad lo sobresaltó fue el muñeco tan realista en un rincón de la habitación, con la cabeza a medio cercenar y la sangre y los tendones a la vista. La sangre parecía tan real, con esa pátina de humedad. Al mirarlo más de cerca, se veía que sólo era plástico.

—Oye, mew —tar sonrió entusiasmado—, espera aquí. Quiero enseñarte algo. —Fue corriendo hasta la parte trasera de la casa y, por un momento, Gulf se puso tenso. El chico parecía inofensivo, pero a veces las apariencias engañan. Se colocó delante de mew.

—Creí que me guardaría las espaldas —susurró el.

—Sigo siendo su guardaespaldas —contestó él, con voz igualmente queda.

Tar volvió a toda prisa a la habitación con una caja en las manos.

—Creo que he solucionado el problema que Bay tenía con la filtración de la sangre. He puesto una válvula aquí, ¿lo ves? —Abrió la caja y le enseñó el contenido a mew, dándole la espalda a gulf, deliberadamente, excluyéndolo, como un niño celoso—. Si creamos un vacío en la bolsa, cuando se abra la válvula, la sangre saldrá más lentamente. Puedo ajustar la válvula a la velocidad que quieran.

—Eres muy listo, tar. Yo no habría podido inventar algo así.

—¿Crees que a Bay le gustará?

—Sí, creo que le gustará.

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