capitulo 5

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Esperó a que win cerrara la puerta de su apartamento y, justo en ese momento, le tapó la boca con la mano. El reaccionó con la velocidad de un rayo, lanzó el portátil hacia atrás y le dio con fuerza en el hombro, pero él aprovechó el impulso del golpe para doblarle el brazo. Lo obligó a soltar el portátil y le dobló el brazo hacia atrás sin piedad. Lo vio hacer una mueca de dolor e intentar darse la vuelta para recuperar el control, pero ya había perdido.

Lo soltó y encendió las luces.

—Te he dicho mil veces que tu atacante puede aprovechar tu impulso para utilizarlo contra ti.

—¡goob! ¡Qué cabrón! —win intentó pegarle, pero él lo agarró por el brazo—. ¿Cómo has podido entrar?

Él la miró con un aire misterioso.

—Tus cerraduras son un juego de niños para mí, pero en realidad me colé por la ventana del cuarto de baño. Te he dicho no sé cuántas veces que le pongas un cierre de seguridad. —Lo miró con una mueca—. Venga, has perdido, digas lo que digas.

Déjalo correr ya —dijo, y lo abrazó con fuerza—. Te he echado de menos, hermanito.

—Yo también te he echado de menos, hasta hace unos dos minutos. —win se echó hacia atrás y lo miró como un padre miraría a su hijo perdido, con el cariño y la preocupación pintados en su bello rostro de duendecillo—. Has perdido unos

cuantos kilos.

—Las selvas de América del Sur. Todo lo que puedas comer o beber lo sudas.

—Deja que te prepare algo de comer.

—Pensaba que no me lo ibas a proponer. —Lo siguió a la diminuta cocina, comprobando las ventanas a su paso—. ¿Tienes un poco de zumo?

—Zumo de naranja —dijo el, señalando hacia la nevera. Cogió una olla del fregadero y la llenó de agua—. Sabes que lo único que sé cocinar son espaguetis.

—Algunas cosas nunca cambian. Pero me encantan los espaguetis. —En realidad, a goob no le importaba tanto el proceso de comer como el hecho de proporcionarle combustible a su cuerpo. Sacó la caja de zumo, la sacudió y engulló el contenido. Luego la tiró al cubo de la basura y volvió a mirar en la nevera. Sacó una botella de agua y se bebió la mitad de un solo trago.

Win lo miraba con una media sonrisa.

—Sí, hay algunas cosas que nunca cambian.

—Cuéntame más acerca del caso de gulf. —goob cogió una silla y se sentó frente a la pequeña mesa de la cocina apoyándose en el respaldo hasta que la silla

quedó tan inclinada que se levantaron las patas.

El se encogió de hombros y vació una lata de tomate en una cacerola.

—No hay mucho que contar salvo que ha muerto una segunda victima. Un florista.

—¿Una imitación del libro de Suppasit? —En el aeropuerto de México D.F. había comprado la última novela de mew Suppasit, Crimen de corrupción. Se lo leyó de una

sentada en el avión, totalmente enganchado. Le gustó el protagonista, un agente del FBI muy serio, con defectos muy reales, y el malo era la maldad personificada con una cara tan normal como... como la suya.

De no saber que esa maldad existía, habría pensado que exageraba. Pero había conocido a asesinos tan retorcidos y descerebrados que le extrañaba de verdad que fueran capaces de disimular su maldad.

Incluso Satanás había sido un ángel.

—¿Goob?

Él sacudió la cabeza y le sonrió.

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