²³| 𝚂𝚘𝚜𝚙𝚎𝚌𝚑𝚘𝚜𝚘

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Últimamente cada día resultaba aún más complicado que el anterior. Ambos padres tenían bastantes responsabilidades, y el trabajo aumentaba.

Ante tanto ajetreo los mellizos cada día se la pasaban con sus tíos, forjando valiosas experiencias.

Hoy afortunadamente estaban almorzando en familia.

—¿Cómo van en la escuela? —preguntó Miguel dando un sorbo a su bebida.

—¡Hoy durante el receso me escondí detrás de la puerta y asusté a mis amigos! —contó divertido y orgulloso James.

—No me sorprende. —habló Javier— ¿y a ti, Mikaela?

—Nada nuevo... aunque hoy con Adrian ayudamos a una mariposa... —aludió, jugando con la comida— Unos niños la capturaron y querían lastimarla... entonces Adrian dijo que no es correcto dañar a los animalitos y dejamos libre a la mariposa en el jardín. Era muy bonita.

—Uy, siempre estás con Adrian. —remarcó James. —Se nota que son muy amiguitos.

—También tengo una amiga, por si no sabes. —contestó a la defensiva, para después sonreírle— Solo que es de otra sección.

—Ya vas a empezar...—murmuró desviando la mirada, nervioso— ¡Eh!... ¡Que rica está la comida, papá Javi!

—Gracias, cariño. Pero hoy no cociné, esta comida la compramos en la señora de siempre.

—¡Aún así está rica! —sonrió tratando de desvíar el tema.

Los adultos se miraron extrañados, pero asintieron.

—¿Y cómo la pasan con sus tíos ? —habló Javier— más bien lamentamos dejarlos varias tardes en esta semana.

—No se preocupen, sabemos que están ocupados y no es todo el día.

—¡Además es divertido! —sonrió James— ¡Cocinamos con el tío Ari!

—Recibimos charlas para tener una vida sana con el tío Victor... y jugamos con Adrian.

—¡Yo no sabía que existían tantos videojuegos!

—El tío May nos dejó usar su computadora y se aseguró que hagamos nuestra tarea.

—¡Aprendí muchos chistes del tío Rubén! Y la bisabuela siempre nos prepara algo para comer, aunque se repiten mucho las...

—Ni lo menciones. —interrumpió Mikaela— no se como el tío Rubén puede comer eso todos los días...

—También el tío Ramón nos hacía leer y escribir, más a mí. —bufó James— dice que debo mejorar mi letra y esas cosas.

—Es que ni yo entiendo tu letra hermanito.

—¡Me da igual! Si la profesora lo entiende ya esta bien.

—Ajá.

—Ya no peleen. —les llamó la atención Javier— mejor hablemos de sus notas.

Ambos niños se tensaron, se quedaron quietos en su lugar, sudando frío.

Hasta que recordaron que son buenos estudiantes.

La costumbre.

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❒ | ¿𝐔𝐩𝐬? [Mikellino]Where stories live. Discover now