40: Palabras mortales

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No sé si cada vez estoy más sola o si estoy aprendiendo a elegir mejor a quienes se quedan en mi vida.

Elena Poe.

{Capítulo final}

Tiempo actual...

Cinco meses después.

Sophie.

No quiero seguir.

Ya no aguanto más

Quiero rendirme.

Pero ellas me ruegan que siga en pie.

Mis pies se mueven cansados por los oscuros pasillos de la enorme casa, la estadía aquí es tan insípida, que a veces prefiero que ellos me mantengan cautiva, sin salida, sin siquiera ver la luz del sol. Ya estoy acostumbrada a la penumbra, cada sombra, cada silencio y hasta la más leve respiración, se había convertido en mi momento preferido del día. Cuando estaba sola, atada de manos y pies, sintiendo como la soga quema mi piel y paraliza mi flujo sanguíneo, evito llorar; pero a veces me era imposible que las lágrimas no salieran por sí solas con cada maldito recuerdo que me hacía plantearme cada segundo de mi existencia.

Lo que ellos me hicieron no tiene perdón y juré, que si salía viva de aquí, iba a cobrarme cada golpiza, cada lágrima, cada queja y hasta cada pedazo roto de mi corazón. Y no, ahora no seré como esa niña tonta que se enamoró sabiendo que nada bueno traería esa relación con Asier, incluso, después de querer casarme con él para joderlo vivo, preferí perdonarlo y darle una última oportunidad. Fui una tonta, me dejé engañar nuevamente y esta vez le fue mucho más fácil destrozarme.

Ciento cincuenta y dos días para reflexionar, veintiún semanas trazando minuciosamente un plan, tres mil seiscientas cincuenta y dos horas meditando con el dolor; cinco meses de tortura. Una vez que aceptas la realidad, todo lo que queda es esperar a que el tiempo pase y llegue el minuto exacto en el que deberían ocurrir los hechos. Y, gracias al cielo, ese día es hoy.

Sonrío de medio lado cuando la veo a ella pasar por mi costado, me escupe el cabello con asco y eso me alivia. La señal fue recibida y hoy a las nueve de la noche, mientras ellos estén divirtiéndose en ese sofisticado lugar, yo obtendré la libertad que tanto he anhelado y dejaré de ser su esclava. Siento una fuerte ráfaga de viento azotar mi espalda desnuda, Daiser aplica un fuerte y ruidoso golpe en mi piel, causando que mis pies avancen con más rapidez y mis manos se precipiten hacia adelante.

Sé que está apresurado, tanto él como su estúpido hermano tienen un fantástico plan para esta noche. Buscar chicas con algún problema familiar, emigrantes sin hogar, mujeres necesitadas de dinero, eran el blanco perfecto de Daiser. Las seducía, las trataba bien por una noche, a veces incluso podía escuchar el crujir de la cama, cuando chocaba constantemente con la pared contigua a mi habitación. Después de ofrecerles el polvo de sus vidas—no sin antes haberles realizado un previo examen médico—, las encerraba en otra mazmorra y esperaba pacientemente a que los meses pasaran.

Me dolía el alma cada vez que escuchaba los lamentos de esas pobres chicas, me sentía tan mal por ellas, porque de cierta forma, yo pasé por lo mismo que ellas. Ni siquiera sabíamos dónde estábamos, no podemos hablar entre nosotras, tampoco tenemos permiso para ver la luz del sol, ni siquiera para inspirar aire puro. Él sigue las mismas reglas que tiene con sus bellezas, nos brinda un poco de cariño, nos promete unas horas de libertad, pero a cambio nos exige sumisión y respeto. 

Pero mi estadía era diferente a la de esas chicas, porque ellas solo cargarían nueve meses con una medicina, luego morirían y nunca más en la vida se iban a volver a escuchar sus nombres. Al contrario de mí, que por alguna extraña razón que desconozco, soy el factor más importante en todo lo que ellos están creando. Lo más lamentable de todo, es que Daiser y Asier, solo son los peones en un macabro juego, y no son ellos los que llevan la delantera; sino, Ermes.

Slave Of You (Trilogía Slave, Libro 2)Where stories live. Discover now