Capítulo 1: A medio camino

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No sentía mi cuerpo de cintura para abajo.

Llevábamos corriendo casi quince minutos con todas nuestras fuerzas y aún así no los perdíamos de vista. El sonido de esas criaturas corriendo detrás de nosotros estaba martilleando mi cabeza, tanto que estaba a punto de perder la cordura y rendirme. Esquivaba árboles y raíces constantemente y el aire cálido del verano pellizcaba mi piel con fuerza. Sentía que me quemaba.

No podía correr por más tiempo.

—¡Quinn!

Alguien gritó mi nombre y seguidamente escuché un grito. Sin dejar de correr giré mi cabeza para ver como Judith caía de caras al suelo.

—¡No! —grité con los ojos llenos de lágrimas. —¡Judith!

En cuanto paré la carrera en seco, uno de esos seres chocó contra mi espalda con fuerza y salió disparado por los aires. Judith intentaba deshacerse del agarre de uno de ellos mientras que yo retomaba la carrera, solo que ahora hacia el lado contrario.

—¡Aguanta! —le grité.

Las manos verdosas de ese chasqueador intentaban arañar el cuello de mi amiga cuando llegué a su lado. Aproveché para clavar mi daga en su cabeza, dejándolo inerte sobre el pecho acelerado de Judith.

—¡Vámonos! —grité tendiéndole la mano.

La levanté de un tirón y justo cuando mi espalda se irguió, la respiración quedó atrapada en mis pulmones porque el chasqueador que venía persiguiéndome antes se me tiró encima.

Caí de bocas al suelo, indefensa y sin poder mover mi cuerpo.

La saliva de esa criatura me recorrió la frente y parte de mi oreja. Cerré los ojos con fuerza y comencé a gritar desesperadamente. Era el fin. Iba a morir descuartizada por esa cosa que antes fue humana.

—¡Hijo de puta!

Después de ese grito masculino el cuerpo de ese monstruo cayó sobre mí sin vida, hasta que dejé de sentirlo y alguien me levantó bruscamente. Austin tenía mis mejillas entre sus manos y revisaba mi cuerpo con prisas.

—¿Estás bien? —preguntó.

Asentí un poco mareada por el susto, pero me recompuse enseguida. No era ni de coña la primera vez que pasaba por algo así, estaba acostumbrada a casi morir cada día. Austin me soltó y se acercó a su novia, que estaba sentada en el suelo con la mirada perdida.

—Ya pasó, estoy aquí. —le susurró. —Eh, Judith... estoy aquí.

Los ojos azules de mi amiga se posaron en él y se lanzó a sus brazos.

—Hay que irse, una docena de esas cosas venía detrás de nosotras. —dije sacudiéndome la ropa.

Austin, sin soltar a Judith entre sus brazos me miró.

—¿Cómo se os ocurre salir solas? Tu padre te va a matar.

—Estábamos en una misión con Noah y Alec, pero nos perdimos la pista hace dos días. —contesté.

—Hay que informar de inmediato. —dijo poniéndose en pie con Judith agarrada de su mano. —Vamos.

***

—¡Le prometí a su padre que la cuidaría!

El grito de mi padre vino acompañado con un golpe sobre la mesa de madera. Casi toda la sala dio un respingo.

—Nos separamos cerca del lago Farmington, casi llegando a Layton. —expliqué. —No deben estar muy lejos.

—Alec es experto trepando árboles, a lo mejor se han escondido y están a salvo, Josh. —habló Judith en un hilo de voz. —No pudimos mantenernos juntos, habían como cincuenta chasqueadores corriendo detrás de nosotros.

La paranoia de QuinnWhere stories live. Discover now