Capítulo 6: La farmacia

396 63 11
                                    

Los médicos rápidamente atendieron al grupo entero. Por suerte no había nadie herido de gravedad, sólo rasguños y heridas poco profundas. Todo lo demás era suciedad.

Le dijimos a mi padre que se lavara y descansara un poco, pero se negó y nos convocó en nuestra cabaña. Se puso de pie frente la mesa de madera y Austin, Joy y yo nos colocamos alrededor. Papá se quejaba de la cadera y eso me preocupaba, debía descansar.

—Llegamos a la ciudad, saqueamos algunos de los edificios no marcados y aunque no encontráramos mucho, fue suficiente. —habló. —Al volver nos paramos en un bosque cerca de Layton para pasar la noche.

—Nos atacaron. —continuó Joy.

—¿Los mismos hombres de la fábrica? —pregunté.

—No. —contestó mi padre. —No que yo sepa. Pero esa zona estaba completamente despejada cuando nos dirigíamos a Salt Lake y a la vuelta nos estaban esperando.

—Puede que os vieran ir y aguardaron hasta que volvierais para robaros. —habló Austin.

—Yo pensé lo mismo. —dijo Joy. —Pero esos hombres no querían matarnos porque ninguna bala nos tocó. Sólo nos asustaron para que saliéramos corriendo. Las mochilas se quedaron allí y cuando volvimos para buscarlas sólo se habían llevado las cosas médicas.

Me quedé pensando en las palabras de mi hermana mientras daba vueltas por la sala.

—Si esa gente de verdad sabía que habíamos ido a la ciudad y que estábamos cargados de suministros, nos hubieran matado porque nos pillaron por sorpresa y nos lo habrían robado todo. —continuó mi padre. —No me pinta bien este asunto.

—¿A qué te refieres? —pregunté.

—No quiero provocar ninguna guerra entre nosotros, pero algo me dice que ha sido un chivatazo.

Todos nos miramos entre todos. Mi cuerpo se tensó y mis puños se apretaron, inundada en furia. Ahora todo estaba más que claro. No estaba volviéndome loca.

—¡Quinn! ¡A dónde vas! —me gritó Joy.

Pero no dije nada más, salí de la cabaña a paso rápido en busca de una sola persona. Nunca había pasado algo por el estilo, pero fue aparecer ella y de repente pasa esto... No tienes que ser muy listo para unir los hilos.

La encontré cerca de la cabaña de Judith y Noah junto a los demás heridos y casi todo el campamento estaba ahí.

—¡Tú! —grité acercándome. —¡Maldita traidora!

Billie estaba sentada y me miraba con los ojos abiertos, asustada. Judith intentó interponerse en mi camino pero la aparté. Cuando llegué frente a ella agarré su camiseta por el cuello y la obligué a levantarse. Ahora su mirada asustada me miraba a pocos centímetros de mi rostro.

—¡Quinn, déjala! —escuché el grito lejano de mi padre, que se acercaba por detrás.

Pero mi agarre en su camiseta no se soltaba.

—Lo supe desde el principio. —dije mirándola de cerca. —Eres una maldita traidora... ¡Te hemos dado un techo! ¡Una familia! Te hemos brindado nuestra confianza y tu la has usado contra nosotros...

—Quinn, yo no he...

—¡Cállate! —le grité. Ella se encogió y sus ojos azules se humedecieron. —Dime, ¿Para quién trabajas? ¿Dónde está tu gente?

Me estaba matando que no dijera nada. Eso me enfadó aún más y mi respiración se aceleró.

—¡Que me contestes, joder!

La paranoia de QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora