Capítulo 10: Escaparemos

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Teníamos un día y medio por delante antes de llegar al campamento de papá y los demás. Cargar con las mochilas, las armas y los recipientes de cinco litros era agotador, y el Sol de las mañanas no ayudaba para nada.

Parábamos de tanto en tanto para hidratarnos, y los chasqueadores que encontrábamos por el camino nos ralentizaban demasiado. Cada vez era más difícil matarlos, año tras año se hacían más fuertes.

—Voy a llorar de la alegría cuando lleguemos con Josh. —dijo caminando delante de mi. —Esto es agotador.

—Mala suerte. —contesté. —Eso te pasa por querer venir conmigo.

Se giró con las cejas levantadas.

—No quería venir contigo. Solo que me conozco estas zonas.

—Ya. —me reí.

—No te hagas ilusiones, Murphy. —vaciló. —Si no venía tenías todos los números de perderte.

—Soy una mujer sabia, superviviente e inteligente. —dije y se giró con una sonrisa. —¿No fue eso lo que dijiste?

Volvió a mirar al frente para ocultar su sonrisa.

Me gusta llevarme bien con ella. Nos entendemos muy bien y estoy descubriendo su humor. Es divertida, incluso se atreve a buscarme las cosquillas con sus comentarios, y eso hace que los viajes tan largos y las noches de insomnio sean más amenas.

Me equivoqué con ella.

De repente la vi acuclillándose. Soltó el recipiente en el suelo y sacó el arma para apuntar al frente. Inmediatamente la imité y me coloqué a su lado entre aquel arbusto.

—¿Qué sucede? —susurré.

—Escucha.

Prestamos atención. Se oían unas voces masculinas a lo lejos y alguna que otra risa carrasposa.

—Mierda. —dije. —Hay que avanzar por aquí.

—Podemos rodearlos. Si nos ven con diez litros de gasolina nos lo intentarán quitar por las malas.

Sin ponernos en pie del todo, agarramos un recipiente cada una y rodeamos el camino del bosque entre los arbustos. Habían huellas de neumáticos por el camino, por lo que deduje que eran las mismas que nos encontramos cerca de la autopista en el viaje de ida.

Por más que camináramos, las voces masculinas seguían escuchándose.

—No estaban cuando pasamos por aquí el otro día. —susurré. —¿Quién cojones son?

—No lo se, pero esto no me mola nada. —dijo. —Esperemos perderlos de vista.

Continuamos así un rato más, hasta que nos dimos cuenta de que estábamos yendo directas hacia su campamento, que aunque parecía provisional lo tenían bien montado. Y efectivamente tenían dos coches.

—Mierda, mierda. —dijo estirándose boca abajo.

La imité y me arrastré a su lado. Por el hueco de las hojas veíamos a una docena de personas armadas alrededor de un fuego donde estaban cocinando algún animal.

Esa gente no estaba aquí cuando nos dirigíamos hacia la autopista. No sabíamos de dónde veían ni qué buscaban, tampoco si era un grupo haciendo una expedición para un campamento con muchos más de los suyos.

Y tanto Billie como yo no teníamos ni idea de si podían ser los hombres de la fábrica o la gente de Sam.

—Tenemos a esos hombres detrás, delante el campamento y todo lo demás son árboles. —dije observando a mi alrededor. —Mantente agachada y sígueme.

La paranoia de QuinnDove le storie prendono vita. Scoprilo ora