Capítulo 13: Una nueva era

318 66 10
                                    

Llegó el día acordado y todos estábamos inquietos. Trabajábamos en el campamento como siempre, como si nada, pero todos estábamos esperando a que los guardias en la puerta nos avisaran de la llegada de los de La Cárcel.

—Yo también estoy nerviosa. —dijo Judith a mi lado en la mesa.

—Habéis hecho buenas migas eh. —le dije refiriéndome a Billie.

—Sí... —suspiró. —Ha estado viviendo en mi cabaña durante dos meses, y cuando pasó lo de Noah se portó muy bien conmigo. Es una chica increíble.

—Lo es. —dije con una sonrisa, a lo que Judith me miró extrañada.

—Parece que estar encerrada con ella en la misma celda te ha hecho ver muchas cosas.

—No solo por eso. —respondí. —Ya me di cuenta mucho antes, solo que soy muy orgullosa.

—Hacéis buen equipo. En realidad tenéis muchas cosas en común.

—Es igual de orgullosa que yo. —sonreí masticando el pan. —Le encantan las situaciones peligrosas, le gusta cazar, cocinar con Linda...

Mi amiga se me quedó mirando con una sonrisa traviesa en sus labios.

—¿Qué? —exclamé. —¿Acaso he dicho alguna mentira?

—No, solo que... no se. —entrecerró sus ojos. —Creo que es la primera vez que te veo hablando así de alguien que no sea tu hermana.

—No soy tan mala, también puedo hablar bien de la gente.

—No, digo con esa sonrisa... —me examinó con sus ojos azules. —¿Ha pasado algo que yo no sepa?

La miré extrañada como si acabara de soltar la mayor tontería de todas. Intenté disimular bajo su penetrante mirada, pero terminé por avergonzarme y mis mejillas se pusieron rojas. Antes de que pudiera decir algo más nos fijamos en la gente de nuestro alrededor.

Todos caminaban a paso rápido en la misma dirección murmurando cosas que no alcancé a escuchar.

—¡Ya vienen! —gritó Austin a lo lejos haciéndome señales para que lo viera.

Inmediatamente, Judith y yo dejamos el plato en la mesa de madera y nos levantamos de la silla para acercarnos a Austin. Mi padre y Joy ya estaban frente la gran puerta.

—Es la hora. —dijo mi padre. —Quiero a todos los hombres armados sobre la muralla, pero no quiero que los apuntéis, no deben sentirse amenazados. Saldré junto a Joy, Quinn y Austin. —nos señaló. —Sin armas.

—Sin armas. —repetí, asintiendo con la cabeza.

Aunque mi daga estaba escondida en el bolsillo trasero de mi pantalón. Nunca se sabe lo que puede pasar.

—¡Quietos! —gritó el guardia sobre la muralla. —Enseguida salen.

El corazón me iba a mil por hora. Ya estaban allí, detrás de las puertas. Estaba a punto de ver a Billie después de dos días insufribles.

—Vamos. —dijo mi padre. —¡Abrid!

Las puertas se abrieron poco a poco y los cuatro salimos desarmados. Mi padre delante y nosotros tres detrás manteniendo la compostura. Mi mirada seria clavada en Richard no dejaba ver los nervios que sentí cuando vi a Billie detrás de él, atada de manos y siendo escoltada por el asqueroso de Nick.

Si me dice que ese hombre le ha vuelto a poner las manos encima, lo mataré de un cuchillazo y el pacto se irá a la mierda.

—Dije sin armas. —habló mi padre. —Soltadlas.

La paranoia de QuinnWhere stories live. Discover now