Capítulo 9: La autopista

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Alec es el mejor carpintero de La Cabaña. Me había regalado una lanza doble y me pasé la mañana fuera de la muralla probándola.

El palo de madera era fuerte y las dos dagas clavadas en cada esquina estaban bien atadas. Funcionaba bien, y era práctica porque a parte de ser un arma silenciosa no era necesario que me acercara tanto a los bichos.

—Vamos, ven aquí.

La criatura llena de hongos me escuchó y empezó a emitir ese sonido asqueroso. Me coloqué en posición de ataque con mi lanza. Por detrás se acercaba otro, así que cuando ambos me acorralaron le clavé una punta al de delante y con la otra, al de atrás.

Ambos se quedaron pegados a mi lanza, y con una patada a cada uno los despegué de allí. Así estuve un rato y antes de que se acumularan más cadáveres di por terminada mi matanza.

Terminé sudando a mares, pero conseguí arrastrar todos los cuerpos y los apiloné cerca de la muralla. Recolecté hierba seca y encendí un gran fuego. Observé mi obra desde lejos, pues el olor no era muy agradable, y me tomé esa hoguera como un ritual.

Era un nuevo comienzo, una nueva era para Quinn Murphy. Quemé a la niña y dejé salir a la mujer.

Nunca más perdería los nervios fácilmente. Nunca más pondría en peligro a mi gente. Nunca más me dejaría llevar por la furia en mi interior. Y me prometí a mi misma que esa rabia y ese descontrol jamás volvería a atacar a la persona incorrecta.

Si tenía que enfadarme y sacar la rabia lo haré el día que me encuentre cara a cara con los verdaderos enemigos. Y aunque sea lo último que haga, haría sufrir a todos y cada uno de ellos.

—Menuda limpieza.

La voz de mi padre hizo que dejara de mirar al fuego.

—No deberían haber tantos por aquí cerca. —dije. —Algo se nos está pasando por alto.

—De eso mismo iba a hablar hoy. —me miró. —Creo que una horda anda cerca y no podemos permitir que llegue.

Me preocupé, y mucho.

—Pues vamos, toca reunirse. —le dije acercándome a las puertas.

***

Había una nueva misión.

Un grupo de seis saldría a por comida. Aunque una horda de chasqueadores estuviera cerca no podíamos permitirnos pasar hambre. Austin, Judith y cuatro hombres más marcharían en cuanto volviera a salir el Sol.

Por otro lado, Joy se encargaría de la vigilancia del campamento junto a Alec y los demás guardias, mientras que mi padre, Billie y los soldados más valientes irían en busca de esa horda.

Y yo, por supuesto.

No había salido el Sol aún, pero ya estábamos todos armados y listos para salir. Me despedí de mis seres queridos aunque las despedidas no me gustaran. Pero nunca se sabe... Y me gustó verles la sonrisa por si esa era la última vez. Desde lo de Noah no me permitía salir del campamento sin haberme despedido de todos antes.

—Ten mucho cuidado. —me dijo Joy. —Os quiero a todos de vuelta.

***

El río que alguna vez rebosó de agua ahora estaba seco. Bajo la cima de ese acantilado se escuchaba el murmullo de esas miles de criaturas vagando sin rumbo fijo. Muchos se salían de la ruta sin sentido, y esa era la causa de que aparecieran frente al campamento.

La horda se encontraba a más de once quilómetros de La Cabaña, y eso era muy peligroso.

—Acamparemos aquí arriba. —informó mi padre. —Tenemos que pensar en cómo alejar a esas cosas de aquí.

La paranoia de QuinnTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang