Capítulo 23: No todo es mentira

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Las personas más importantes para mí rodeaban la hoguera.

Por fin había llegado el momento que tanto ansié desde que descubrí a Billie, pero en el fondo una parte de mí creía que no podía ser, que probablemente se trataba de alguna alucinación mía. Ahora que todo había salido a la luz y todos supimos que era real, hubiera preferido estar loca.

La realidad estaba machacándome por dentro.

—Claudia no ha dicho ni una sola palabra. —dijo mi padre. —Hemos interrogado a Billie en una habitación a parte, y aunque no nos ha dicho mucho hemos podido unir algunos hilos.

—Lo que sabemos por seguro es que Billie apareció el día de la misión de la fábrica por un motivo. —continuó Austin. —Y sabía exactamente el camino que tomaríamos.

—¿Quieres decir que alguien se lo dijo? —pregunté. —Ya descubrimos que Sam era un infiltrado, aunque no tenía nada que ver con Claudia y tan sólo se trataba de Nick y La Cárcel.

—Aprovechó el tema de La Cárcel a su favor. —habló de nuevo mi padre. —Estábamos demasiado ocupados intentando evitar una guerra, incluso os arrestaron a las dos durante muchos días. Eso seguramente alertó a su gente pero se mantuvieron escondidos, hasta que todo terminó y venimos al Pueblo. Ahora quieren atacar con todo porque saben que lo hemos perdido todo, que estamos empezando desde cero.

—Cuando apareció ya os dije que no me gustaba ni un pelo. —hablé. —Os lo dije, y nadie me creyó.

—Lo sabemos. —contestó mi hermana. —Y ahora ten por seguro que nadie, nunca más, va a dudar de tu palabra.

Asentí.

Al fin y al cabo no podía enfadarme con ellos por haberme tratado de loca. Yo hubiera pensado lo mismo de alguien que sufre alucinaciones constantemente.

—Ahora tenemos que averiguar de dónde vienen, cuantos son y qué es lo que buscan. —dijo Richard. —A lo mejor podemos llegar a un acuerdo.

—Hemos visto que el diálogo es posible. —dijo Alicia. —Con nosotros funcionó y mira dónde estamos ahora.

—Tu padre y tú sois buena gente, Alicia. ¿Y si ellos no lo son? —pregunté.

—Si Billie hubiera querido ya nos habría hecho todo el daño posible. —dijo Judith. —Creo que puede haber algo de esperanza en este tema.

Recordé nuestra primera sonrisa, el primer beso, nuestra primera vez. Recordé lo mucho que luchó en la guerra de La Cabaña, cuando me salvó la vida más de una vez. Me acordé de todas esas veces que nos quedábamos mirando y ella pronunciaba ese te quiero que erizaba toda mi piel.

No todo puede ser mentira. No puede ser.

—Dejadme hablar con ella.

Todos me miraron cuando pronuncié esas palabras.

—Es demasiado temprano para eso. —dijo mi padre. —Podrías perder los nervios...

—Y si los pierdo, ¿no tengo derecho? —mis ojos se empañaron. —Tengo todo el derecho del mundo a perder los nervios porque la primera afectada aquí soy yo.

—Quinn tiene razón. —dijo Judith. —Se merece poder interrogarla. Quién sabe, a lo mejor consigue algo.

Después de pensarlo y debatirlo durante un buen rato, mi padre terminó cediendo y él y Richard me acompañaron a la habitación donde tenían a Billie. El soldado de la puerta nos dejó paso.

—Dejadnos solas. —ordené a los dos soldados del interior de la habitación. —Es una orden.

Acabaron asintiendo y salieron por la puerta. Me quedé quieta allí, a lo lejos, mientras observaba a Billie hecha una bola en la cama.

La paranoia de QuinnМесто, где живут истории. Откройте их для себя