Capítulo 15: Casa tapiada

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Aprovechad esta paz... Pronto empezará un drama que no os imagináis ;)

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De nuevo ese sueño.

Otra vez había despertado pensando en lo real que se sintió. El pitido de esa máquina, esa voz, la canción... Antes me abrumaba, pero después de tantas veces terminé por acostumbrarme a despertarme con el corazón así de acelerado y ese maldito dolor de cabeza.

Hacía un mes que se acabaron los granos de café, ahora lo único que podía hacer para terminar de despertarme era darme una ducha fría con el agua del pozo comunitario.

Y qué fría estaba.

Con el pelo goteando aún, me vestí con el uniforme militar que le robé a un cadáver en la última expedición de la semana pasada. Justamente era de mi talla, y ese chico muerto ya no lo necesitaba para nada.

Así va el mundo.

—Buenos días. —me saludó una sonriente Linda. —¿Has dormido bien?

—He dormido demasiado. —bostecé.

Ella sonrió y me tendió un vaso de leche caliente. Las vacas de La Cárcel venían muy bien a la comunidad.

Me senté en la gran mesa junto a los demás. Todos hablaban animadamente, algunos ya partían para salir en busca de alimentos, otros se reían por algo gracioso... Todo estaba en paz.

—¡Hey!

Una sonrisa apareció en mi rostro cuando Billie llegó al comedor. Me hice a un lado en el banco para que se sentara a mi lado cuando Linda le dio otro vaso de leche.

—¿No tienes hambre? —le pregunté. —Hay pan.

—Estoy bien. —me sonrió. —Vaya, has madrugado. —le dijo a Judith, sentada frente a mí.

Las dejé a las dos hablando y yo me levanté para buscar algo de pan, mantequilla y algo de fruta recién recolectada.

—Ten. —le dije a la rubia colocándole el plato frente a ella.

—Estoy bien, Quinn. —me dijo sonriente. —No voy a terminarme todo esto yo sola.

—Yo te ayudo. —contesté pellizcando un trozo de pan. —Pero come, sigues estando igual de delgada que cuando volviste de La Cárcel.

—Cualquiera pensaría que es una ex presidiaria. —se rio Judith.

—En otra vida, quizás. —dijo Billie. —Era muy problemática.

—Sigues siéndolo. ¿A quien se le ocurre salir sola del campamento por las noches? Solo a ti. —la regañé.

—Quinn... Es lo suficientemente mayor para hacer lo que ella crea conveniente. —ahora Judith me regañó a mi.

Billie me miró divertida mientras se llevaba la manzana a la boca.

—La tengo todo el día pegada a la espalda. —le dijo a Judith.

—Qué mal... —me miró mi amiga con cierta gracia en sus ojos. —Antes que eso prefiero perderme por el bosque. Suerte con Quinn, Billie.

Se estaban burlando de mi. Es algo que les encanta hacer; hacerme enfadar para luego venir riéndose y pedirme perdón. Pero hoy no me sacarían de quicio.

—Me da igual lo que digáis. —les dije, robando un último trozo de pan y levantándome de la silla. —Tan solo me preocupo por ti, Bill. Pero tranquila, ya no te perseguiré más... Ya verás como así me echas de menos.

La paranoia de QuinnWhere stories live. Discover now