Capítulo 22: La verdad duele

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Desde aquel día el mundo se puso en contra de mí.

No me dejaban hacer expediciones, ni unirme a las misiones importantes, ni trabajar en la restauración del pueblo... Casi no salía de la casa. Mi padre decía que no estaba en condiciones para hacer ciertas cosas, que podría pasarme de nuevo aquello a lo que llama... Ataque.

¡No sufro de ataques de nada!

Me pasé días indignada sin poder dejar de darle vueltas a la cabeza. El tema de Billie no me dejaba dormir, y por más que me negara a aceptarlo... Más que enfadada con ella, estaba decepcionada. Fue capaz de utilizar mis paranoias en mi contra, fue capaz de hacerle creer a mi familia que lo que pasó aquella noche en mi habitación fue fruto de mi ''enfermedad''.

Ella había mentido y me había utilizado. Y lo peor es que no podía dejar de quererla.

—Extraño a Linda, joder. —me quejé. —¿Ni siquiera puedo ir a cocinar con ella?

—Podría ser peligroso. —contestó mi padre. —Si te vuelve a pasar algo así fuera de la casa no tendremos manera de pararte. Aquí estás controlada.

Golpeé la mesa y tanto él como Joy dieron un brinco.

—¡Estoy harta! —grité furiosa. —No se en qué momento hemos llegado hasta este punto, pero no os hacéis una idea de lo que me hacéis sufrir. Me duele que me veáis así.

—Quinn...

—No Joy. Tú eres la primera culpable. —interrumpí. —Soy tu hermana, me conoces más que papá... Y os digo la verdad, lo que pasó con Billie no tiene nada que ver con mis putas alucinaciones.

—Aún no lo sabemos. —dijo mi padre.

—¿Y estáis tratando de averiguar algo?

Ambos se miraron entre sí ante mi pregunta.

—Ya... —me reí con tristeza. —Estoy loca y punto, ¿no? No estáis investigando nada.

—Lo haremos. —contestó papá.

—Si me queréis aunque sea un poco... Por favor, intentad creerme y hacedme caso, en cuanto veáis lo mismo que yo os cerraré la boca a todos. —me levanté de la mesa. —Y ahora me voy, no soy la prisionera de nadie.

No pararon mis pasos y por fin salí de la casa. Hasta la luz del Sol me molestó en los ojos cuando lo hice. Muchos se acercaron a saludarme mientras me dirigía a casa de Linda, por lo que se ve estaban todos preocupados y extrañaron verme por allí.

Cuando vi de nuevo a toda mi gente, a toda esa gente que me seguía y que confiaba en mi, tuve una idea.

Linda me ayudó, ni siquiera puso pegas y me creyó a la primera cuando se lo expliqué. Terminamos llenando la casa de la mujer, los más fieles a mi estaban allí, no me faltaba nadie más. Y de sobra sabía que Judith y Austin vendrían conmigo.

A Alicia y a Richard quise dejarlos al margen. El padre de la castaña estaba muy unido al mío y sabía con certeza que no se pondría de mi parte. Y el plan se iría a la mierda.

—Os he reunido a todos aquí para pediros un favor. —hablé. —Se que últimamente no he estado bien mentalmente, que algo me pasa... No sabemos exactamente lo que es pero no tiene nada que ver a lo que os voy a contar ahora.

Les expliqué detalladamente lo que vi, lo que escuché y los hilos que até. Muchos se extrañaron al principio, pero poco a poco comenzaron a cuchichear por lo bajo.

—Yo la vi el otro día saliendo de la muralla. —dijo una mujer. —Me pareció raro que saliera a esas horas.

No fue el único comentario por el estilo, y cuando miré a Linda a mi lado, supe que la mujer estaba conmigo al cien por cien.

La paranoia de QuinnOnde as histórias ganham vida. Descobre agora