Capítulo 18: Humo y fuego

340 64 63
                                    

{Buscad algo a lo que agarraros, este capítulo os va a poner de los nervios.}

______

—No tenemos otra opción.

—Los estamos poniendo en peligro, papá. No podemos dejar que vayan por ahí sin protección.

Observé a mi padre dando vueltas por la habitación.

—Richard, he puesto en alerta a todo el campamento. —dijo. —¿Cuántos hombres puedes darme para que los acompañen?

—A dos. —dijo. —No podemos quedar expuestos nosotros, necesitamos a todos los hombres y mujeres armados posibles.

—Yo los llevaré. —dijo Alicia. —Hay un sitio cerca de aquí donde estarán a salvo. Nadie conoce el sitio, sólo Jeremy y yo.

Tras minutos discutiendo el tema, finalmente evacuamos a todo el campamento. Las madres y los ancianos agarraron a sus hijos y sus pertenencias y los reunimos a todos en la entrada.

Desde que tengo uso de razón, ese momento fue el más duro que experimenté nunca. Alicia lideraría una marcha de cinco horas a pie hasta el pueblo despejado más cercano, junto a Jeremy. No podíamos dejar que los hombres de Nick los mataran a todos, y si nosotros huíamos también, acabarían siguiendo nuestro rastro y nos encontrarían igualmente.

Lo único que pudimos hacer era eso; pedirles a toda nuestra gente que abandonaran La Cabaña para que no les pasara nada mientras que nosotros nos quedaríamos en la primera línea de fuego.

Despedirme de Linda, las mujeres y los niños fue muy duro. Sobre todo cuando Lucas corrió a abrazarme y me pidió que volviera con él lo antes posible. Richard tuvo que despedirse de su hija sin tener por seguro que volvería a verla. Nadie sabia si nos volveríamos a ver, pero debíamos luchar para conseguir lo que tanto ansiábamos.

La paz.

Me quedé en mitad del campamento mientras observaba a mi alrededor. Todo estaba vacío, desierto, sin vida... Lo único que veía era a los soldados que quedamos yendo de un lado a otro, reforzando la muralla, recogiendo toda la munición posible, fabricando trincheras.

¿Este era nuestro fin? Tres años construyendo este lugar, protegiendo a nuestra gente, a nuestros niños. Tres años trabajando día y noche para que esa gente pudiera tener una vida mejor. Y todo podría acabar hoy por mi culpa, porque maté a quien no debía y ahora buscaban venganza.

Todo esto es gracias a mi.

—¡Quiero ver a veinte tras la muralla! ¡Escondeos en el bosque y no dejéis que se acerquen! —gritó mi padre.

Una docena de personas ya salían armadas al exterior.

—Los demás. —nos miró al resto. —Si entran, quiero que gastéis todas las balas en sus cabezas. Que no quede ni uno vivo para contarlo.

Todos gritamos un sí.

—En posición, ¡ya!

Era de noche aún, faltaba como mucho una hora para que amaneciera. Mis huesos estaban congelados por el miedo y la angustia. Temía que pasara lo peor, y lo peor es que no sabíamos exactamente lo que podía pasar.

Me subí a la muralla con el rifle y miré al frente. La gente de fuera sabía que iban a morir los primeros, pero ahí estaban. Firmes y sin pestañear, dando su vida por mi culpa.

—Eh, Quinn. —escuché a lo lejos. —Quinn. ¡Quinn!

Reaccioné cuando Billie acunó una de mis mejillas para que la mirara.

La paranoia de QuinnOnde as histórias ganham vida. Descobre agora