CAPITULO 92

29 4 0
                                    


Recibí un nuevo mensaje de la enfermera Pam: El bebé tuvo una evacuación normal, no había fiebre, no más infección. Significaba buena señal.

-No estoy seguro de que esta noche nos den el alta. – Le comenté a Ed.

-Lo querrán tener en observación el resto de la noche. – Negó. –Tal vez deberíamos irnos. En caso de que...

-No. Le prometí a mi mujer que no me iría de aquí hasta que nos diesen el alta. – Negué rotundamente.

-Esperemos a las instrucciones de Max, entonces.

Toda la tarde ha sido demasiado larga. Recibía mensajes alentadores de Pam, comimos de lo que nos traía Jason de casa. Llegó una nueva cesta de muffins para todo el hospital, una especial para Max y nuestra enfermera estrella. Los muffins de chocolate oscuro que hacía mi esposa, con un relleno de crema y fresa, eran simplemente exquisitos. Esos y los de arándanos con chocolate y menta. Ya eran tendencia en todo el personal del hospital. Negué en mis pensamientos. ¿Cómo era posible que mi mujer tuviese cabeza para poner a media casa a crear pastelillos en plena cuarentena? Dios, no estaba descansando lo suficiente y eso le traería consecuencias después. Mi esposa era increíble. Increíblemente cabezota, pero ella era increíble. Aguantaba demasiado. Mi súper heroína. Reí para mis adentros. Sin darme cuenta, todo había empezado como una desquiciada idea de hacerla mi esposa para un trato que me beneficiaría en todos los sentidos. Sin reparar en el hecho de que me estaba casando con la hija de mi futuro socio. Sin embargo, todo me salió de revés, estos meses me han dado una probada de mi propia medicina y ella lo hizo con su propio chocolate. Estaba más colado por mi mujer que nada en este mundo. En tan poco, había sucedido mucho. Me encontraba amando a mi señora esposa, mujer maravilla, e increíble madre de mis hijos y dueña de todos mis aposentos. Suspiré profundamente. Estoy muy hundido en su mar. Claro. Claro ha sido el color del mar en el que he estado viviendo en estos meses. La transparencia y tranquilidad con la que naufrago es irresistible. Y una cosa tengo clara, de este mar no quiero dejar de nadar.

Me dio una sensación de falta, de vacío, que me nació la idea de llamarla y escucharla a través de una línea telefónica. Instintivamente me dedique a hacerlo.

Demonios.

Estaba quedándome sin batería. Si las cosas marchaban bien y el día de hoy nos daban el alta, no habría problema por ello, pero si no... tendría que enviar a Jason por parte de mis neceseres. Marqué el 1. Puse el teléfono en mi oreja. Curioso de que tan repentinamente, la tecla del 1 hubiese cambiado de número telefónico. Se supone que el uno es lo primordial o prioritario. Y era la base de mi empresa. Pasó a ser el número dos o tres... no recuero bien. Sonó el tercer tono y no respondía, rogaba porque estuviese durmiendo y no escaleras abajo atendiendo kilos de pan en el horno. Conectó.

-CARAJO. – La escuché maldecir.

-¿Está todo en orden Catalina? – Pregunté exasperado.

-Creo que no debía levantarme. – Se quejó un poco.

-¿Y por qué lo has hecho?

-Porque todos están abajo y no tenía el móvil a la mano. – Respiró por fin. –Eso dolió un poco.

-¿Podrías por el amor que ahora le profeso al señor de todo los rincones, que te quedes en la cama? ¿Dónde demonios está Mallory?

-No lo sé, respondió una llamada y salió para no despertar a tu sequito clonado. Además, necesito una ducha. Sarah está con las gemelas, Scarlett salió con Carmela por pendientes... No puedo estar dependiendo de alguien de esta casa.

-Mallory, sabe que es lo que tiene que hacer, y no le digas así a mi hijo. Y me doy cuenta, pero no estoy ahí para ayudarte. No tengo idea si pasaré aquí la noche con el bebé. – El sonido del teléfono me indicaba que la batería estaba agotada, se apagaría en cualquier momento. –Landa no tengo suficiente pila en el móvil. Necesito que te quedes quieta, debo realizar otra llamada.

Entre sueños y ... ¿mentiras?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora