CAPITULO 98

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Revisando el correo nuevamente, solo encontré uno que otro formulario para firmar de manera rutinaria. El loco Emir se había marchado hace unos minutos atrás. No quiso decirme en concreto lo que sucedió en mi ausencia mientras tenía sesión con mi mujer. Y lo entiendo, es secreto profesional, pero me preocupa no estar al tanto de la situación de su trastorno o padecimiento. Me dijo que mi trabajo solo era apoyarla en todo momento, tenerle paciencia y seguir siendo su amigo y esposo. De lo demás, él se preocuparía. Así que bueno, aquí estaba yo, tratando de mantener la mente ocupada en mis asuntos de la empresa para no divagar en el tema mental de mi esposa.

Los últimos bonos navideños fueron firmados, las nóminas se triplicaron para los empleados, y han sido autorizadas para depositarse mañana por la tarde. Los últimos ajustes del año en cuanto a inversiones y adquisiciones fueron hechos. A excepción de los chinos que o han querido ceder a las clausulas acordadas. Me niego a inyectarles capital a su compañía.

-Si no se respeta lo estipulado, entonces no hay más que hacer, Ashley. Y no voy a convocar a una reunión para hacer perder el tiempo a mi personal. Necesito que les dejes claro eso.

-Pero es que insisten y están metidos en la sala de reuniones, ya tienen loco a todo el piso de la empresa. Se niegan irse.

-Con un carajo... - Miré la hora del reloj en mi muñequera derecha. Debo solucionar esto ahora mismo, no me puedo dar el lujo de manejar en pleno apogeo de la nieve, en cualquier momento las calles estarían cerradas y abarrotadas de hielo. El pronóstico ambiental del noticiero había hecho una advertencia sobre el clima en estos días. La nieve caería de un ochenta por ciento a un noventa y cinco según la meteorología para el resto de la semana.

¡BINGO!

-Hazme un favor. Estamos a mitad de semana. Se prevé mal clima para el resto de los días. Haz que todo el personal tome lo que tenga de trabajo y se lo lleve a casa. Comienzas a apagar las luces y termina por sacarlos de ahí.

-¿Hablas en serio?

-Como nunca. Váyanse a casa.

Cuando colgué finalmente, pude respirar por fin, al menos unos días estaría sin el pendiente de los chinos en mi sala de reuniones queriendo hacer de las suyas.

Salí de la oficina, y como siempre, esta casa no descansaba en la cocina. Toda la gente de esta casa ya estaba con las manos puestas en la masa, el horno y la mesa. Me detuve en la entrada de la cocina mirando.

Pero ¿Qué podía esperar de unas personas en época invernal? Nadie se conocía hasta entonces. Y pareciera que habían hecho clic al instante. No terminaba de acostumbrarme a tantos a nuestro alrededor. Sin embargo, los próximos días serían así o peor. >Agradece que tienes ayuda< Debería de dejar de quejarme de toda esta gente maravillosa que se ha instalado en mi hogar. Apoyando en todo momento a mi esposa y a mis hijos. Entonces la busqué. Dijo que vendría aquí. No obstante, percibía su presencia todo el tiempo, y ella no estaba aquí.

-¿Dónde está mi esposa?

-¿Se te perdió? – Se rio Mall. Cretina.

-Cierra la boca. – Sonreí para mis adentros.

-Dijo que echaría la siesta. – Se cruzó S a mi lado. –No la vi bien.

-Te dijo que se sentía mal. – Le pregunté mientras todo mundo seguía con lo suyo.

-No, pero sé cuándo algo le pasa. – Asentí.

-Te lo agradezco. – me apresuré a subir las escaleras de dos en dos.

Hasta que llegué a mi puerta del tercer piso. La cancela se encontraba completamente cerrada. Invariablemente, la hallaba emparejada. Su mejor amiga tenía razón. Necesitaba tranquilidad y serenidad. Era la señal de que nadie podía entrar. Pero yo no era "nadie". Yo soy su esposo y quiero tener la certeza, asegurarme, de que esté bien. Los demás se joderían, yo no. Así que, giré el pomo con delicadeza y sutilidad.

Entre sueños y ... ¿mentiras?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora