111

11 3 0
                                    

111

Cuando regresé a casa pasadas de la media noche, estacioné la camioneta frente a la puerta, apagué el motor y solté el cinturón de seguridad. Miré hacia la casa. Ninguna luz encendida. El personal de seguridad mirando a los alrededores. Vigilando. Un golpe en la ventanilla me hizo salir de mi ensoñación. Mi cuerpo brincó un poco. Desbloquee el seguro de las puertas. Y Jason sacó a las perras de la parte de atrás. Salí yo también del auto.

-¿Alguna novedad? - Cuestioné.

-Todo en orden.

-¿Qué hay de Frank?

-Está siendo vigilado por Cuba. - Asentí.

-Lo quiero vivo, porque yo lo voy a matar.

-¿Estás seguro?

-¿De cuál parte?

-Que quieras asesinarlo.

-En definitiva. Me traicionó, intentó causar nuestra muerte y la de mi familia. Así que si. Es candidato para morir. Aparte de querer causar una guerra entre mafias. Mañana terminaré el trabajo, asegurate que lo mantengan vivo.

No dijo nada más, solo asintió. Por más me doliera el hecho que le confié mi vida privada, era obvio que no lo perdonaría. Había causado un estruendo en mi casa, con el jefe de la banda de Munich, y como olvidar que los hermanos británicos me llamaran por el asunto de Olivia. Había sido advertido de la orden de restricción a ella y su bebé. Y no hablamos de un papel legal. Sino el de una advertencia que produciría su muerte. Al parecer, ella hubo encontrado el amor en canadá. Y yo reí sardónicamente. A pesar de que no hubiese expresado un Te amo, sabía que amaba demasiado a mi mujer, tanto que me quitaba el aliento, desde que la había encontrado en mis sueños desde que me casé con ella. Todo, absolutamente todo cambió con su llegada. Así que, no podría siquiera intentar vivir sin ella. La echaba de menos, la extrañaba como un condenado. Quería solucionar las cosas, pero últimamente estaba tan tenso que la cagaba como un pendejo. Nunca le he hablado así, hasta ahora. Y en este momento me detesta. Tenía que planear cómo hacerle olvidar el trago amargo que le hecho pasar. Negué ante mi estupidez de no saber cómo reconciliarme con mi esposa. Subí las escalinatas de la casa, con mi huella abrí la puerta. Metí a las cachorras a su propia habitación. Ellas tenían una. Yo, en cambio, estaba desterrado por esta noche y por más si no trataba de arreglar esto. Fui a la cocina a beber un poco de agua, pero terminé preparando un café. Cuando comencé a beberlo, me di cuenta que me mantendría alerta toda la puta noche. ¡Qué más daba! Estaba seguro de no querer volver a la antigua habitación. Me encerraría en el despacho a finalizar los pendientes.

A las cinco y treinta de la mañana, cerré el portátil. Tallé mis ojos con las manos. Me encontraba realmente cansado. Sabía que a esta hora, ella amamantaba a los gemelos, así que subiría e insistiría que me dejara entrar. Pero corría el riesgo de que me dijera que no. Suspiré pesadamente. Quería ducharme. Pero también quería arreglar las cosas con ella. Más que nada eso. El knock knock de la puerta se escuchó. Sabía que era Jason. Me conocía muy bien y sabía que no iba a dormir a ningún lado. Que prefería quedarme aquí trabajando.

-Pasa. - Giró la manilla. Y entre abrió la puerta lo suficientemente como para dejarse ver.

-Todo el personal contratado está aquí. ¿Deseas las indicaciones?

-Definitivamente. - Me puse de pie y salimos juntos de la oficina.

-Luces terrible.

-No sabes que tan agradable es escuchar eso. - Mis palabras cargadas de sarcasmo.

-Solo quiero una maldita ducha.

-¿Solo eso? - Maldito cabrón. Levantó un poco la comisura de sus labios. Se burlaba de mí el muy idiota.

Entre sueños y ... ¿mentiras?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora