CAPITULO 68

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Domingo 26 de Junio, 17

La noche transcurría lentamente, y yo no podía conciliar el sueño. Mí reloj interno estaba de cabeza por completo. Dormía y vomitaba por las tarde y por las noches no conseguía pegar ojo. Las benditas tres con treinta y cinco de la mañana y las ansias estaban matándome. Observaba fuera de la ventana y solo lo que podía escuchar era la quietud de la noche. Volteé mi mirada a la cama y Mikael dormía plácidamente, pues la noche anterior se quedó conmigo despierto hasta la mañana siguiente. A las 7, no nos quedó más remedio que bajar a desayunar y beber una taza de café. Después del medio día, el sueño comenzó a llegar y es así como terminé toda la tarde, durmiendo cuando no devolvía el estómago, y haciendo eso mismo cuando no dormía.

Con respecto a esto, no era mi intención despertarlo, porque debería de estar agotado. Todo el sábado la pasó trabajando y monitoreándome. Posterior a nuestros problemas, no sé qué realmente haya cambiado en su actitud. Podría decir que se comportaba de un modo que me confundía todo el tiempo; claro, que él decía lo mismo sobre mí. Giré de nuevo a la vista de la ventana "sería mejor que bajara para no quitarle el sueño" Si, eso debo hacer.

Encendí las luces de la cocina, y de la desesperación y de la ansiedad de no poder conciliar el sueño me puse a hornear. Comía demasiados pastelitos de chocolate que pensaba que subiría de pesa como una res. Pero, para cómo iba, estaba siendo todo lo contrario. Creo que solo mi barriga acumulaba los kilos. En dos días cumpliría cuatro meses, exactamente el martes cuando tenía concertada una cita con el doctor Maxwell.

Batí el puré de plátano con la harina de avena y el polvo para hornear. En seguida a eso, le agregué el cacao y la azúcar mascabada ahí mismo y seguí batiendo. Por último el chorrito de leche y los trozos de chocolate oscuro. Entonces lo llevé al horno por 45 minutos. Mientras esperaba, fui por un libro a la biblioteca que dejé sin terminar antes de irme.

Revisé todo el librero y no lo encontraba por ningún lado. Tal vez esté en los de la parte de arriba. Busqué la escalera. Tampoco. ¿Dónde está todo? ¿Qué cambió?

¡Al demonio todo! Iré por un banco de la cocina. Sirve y le echo un vistazo al horno.

Lo cargué como pude hasta el despacho. Lo coloqué en donde creí que pudiera estar. Inmediatamente me subí a tientas... pero pisé mal. Mi pie izquierdo se resbaló, pero fue inútil poder sostenerme del librero, excesiva pul cridad, en aquel momento me fue en vano. Como cascada en río caí...

-¡¿Qué rayos haces?! – Sus brazos me sirvieron de colchón.

-Resbalé. – Me ayudó a ponerme en pie.

-¿No te hiciste daño? – Me revisó todo el cuerpo.

-No, creo que tú lo impediste.

-¿Qué hacías allá arriba?

-Buscaba un libro.

-¿A las cuatro de la mañana?

-Sigo sin poder dormir. – La campanita del horno sonó. -¡Los panecillos!

-¿Has estado cocinando?

-Necesito más brownies. – Negó.

-Vas a matarme de un susto. Vamos, te ayudo a sacar eso y después veré la manera de que duermas.

En la cocina, Mikael se encargaba de sacar los panecillos del horno con mucho cuidado de no quemarse.

-¿Por qué hiciste tantos?

-No lo sé. Tengo ansiedad. – Encogí mis hombros. –Además, son mis antojos.

-¿De verdad no tienes sueño?

Entre sueños y ... ¿mentiras?Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin