CAPITULO 53

77 5 0
                                    


La buscaba por todos lados y ella no aparecía, solo había un lugar en el que mi mujer pudiera estar todo el día metida. La biblioteca. Fui allá como demonio que baja del infierno con sus alas desplegadas. Entonces abrí la puerta, un absoluto silencio reinaba en el tranquilo, de por sí, lugar de la casa. Lo recorrí y allí, en el recóndito hueco, como la pequeña entrada de una casa de juegos para niños, que adornaba la chimenea, sentada abrazándose a sí misma. Me miró. Hice lo mismo.

Pero no era su mirada habitual, el caramelo de sus ojos había desaparecido. La lastimé, aun no habiéndolo hecho. Mataba la felicidad de las mujeres, les apagaba las sonrisas, el brillo de sus ojos.

¡Mentira! Las mujeres con las que habitualmente salía fingían, en cambio, la mujer que tenía ante mis ojos. Mi mujer. A ella sí que la había herido.

Desde el momento que la conocí o crucé mirada con ella, supe que su alma estaba herida de tiempo atrás, su cuerpo y facciones lo denotaban. Sus sonrisas y gestos solían ser sinceras, Y ahora, su desprecio hacia mí era notorio. Me odiaba.

-Te he estado buscando. Estaba desesperado por no encontrarte. – Su mirada furtiva me intimidaba. Jamás conocía del todo a Landa verdaderamente enojada. Creo que si esto era intimidatorio, no quería averiguar el demonio desatado.

-A mí no me engañas. Por favor, ¿tú? ¿Preocuparte por mí? No estabas desesperado cuando te cogías a tu asistente. O más bien, andabas desesperado por cogértela. Por supuesto.

-Por favor...

-Por favor, nada. Y ahora hazme el favor de irte y hacer como si no me hubieses encontrado.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí? Es de noche, al menos deberías ir a la cama.

-No te importa. No me digas lo que tengo que hacer. Déjame en paz.

-¿Por qué te importa tanto que probablemente haya estado con otra mujer? Ahora que lo pienso... no te interesaba estar conmigo ¿no? – Se levantó de donde se encontraba sentada, con cierta molestia mientras lo hacía.

-¿Entonces cuál era tu idea por casarte? O más bien ¿cuál era tu urgencia por hacerlo? Déjame adivinar... - La miré con cierta culpa, tarde o temprano se enteraría. -¿Querías meterte a empresarios al bolsillo conmigo como peón? ¿Para eso era la cena de anoche? Por Dios, si eres un miserable. Me has estado moviendo a tu conveniencia ¿no es cierto?

-Es probable todo eso. Pero dime tú... ¿por qué accediste a casarte? Digo, porque no hubiésemos estado teniendo esta conversación ahora. Todo mundo me conoce por cómo soy.

-Pues yo no. Ni yo te conozco a ti, ni tú a mí. ¿Y acaso no fuiste tú el que me chantajeo para que diera el sí? – Alzó como nunca la voz, la primera vez que usaba ese tono.

Esta mujer es un estuche de monerías y misterios. Pero aquí estaba, intentando descifrarla.

-Creo que ambos tenemos parte de culpa.

-¡Ah! ¿Ahora es mi culpa que te hayas follado a esa asistente tuya?

-No. Me refiero a que estemos juntos.

-No pues dime tú, prácticamente querías esto. Pero no te preocupes, podremos hacer como que no pasó nada y fin.

-Ya no es momento para hacer como que no pasó nada. Creo que es algo redundante. No estamos pensando ahora mismo, hablemos luego. ¿Quieres?

Jueves 23 de mayo. 17

No lo habíamos hecho, volver a hablar. Llevaba días encerrada en una de las habitaciones del segundo piso, no la nuestra. No quería verme. Después de nuestro último cruce de palabras, habían pasado algunos cuatro días.

Entre sueños y ... ¿mentiras?Where stories live. Discover now