CAPITULO 76

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Septiembre 9, 17.

Habían pasado los días y no había recibido un mensaje y ni una llamada de Mikael ni siquiera. Intenté llamarlo por tercera vez. Nada. ¿Qué demonios estaba pasando con este idiota? Desde que se fue, he estado en el olvido total. Le pregunto a Benton, uno de los nuevos empleados de seguridad y tampoco me da noticias. Creo que se ha convertido en mi sombra en estos días que he estado sola. Me ayuda en precisamente todo. Intento una vez más la llamada con Mikael, esta vez no salta al buzón.

-¿Sí?

-Solo espero que estés en ese maldito Jet de regreso a casa para la cita médica de mañana. – Soné exasperada.

-Lo siento. – Tenía que estar bromeando. –No podré llegar. Sigo aquí varado con asuntos de la empresa. Necesito que vuelvas a aplazarla. Aún tengo que ir a París.

-¿Estás jugando? Mejor dime cuando vendrás, si no para ir yo sola.

-No, solo aplázala un poco más.

-Bien. ¿Y por qué no me contestas el teléfono?

-Estoy ocupado, Catalina. – Jamás me llamaba por ese nombre. –Debo irme. – Me dejó colgada en la línea.

No me quedó más remedio que pedirle a Maxwell que ayudara por favor a cambiarme la fecha una vez más. Así que lo llamé.

-La única fecha en que puedo atenderte es el 22 de septiembre. Ya no puedo hacer más por ti. Después entrarás al sexto mes y será tu cita del tercer trimestre.

-Sí, lo comprendo. El 22 es el definitivo.

-Perfecto, te espero entonces.

Instantáneamente derrame una lágrima traicionera. Me he vuelto a sentir mal de nuevo. Con la única diferencia que sigo durmiendo por las noches.

Tres días pasaron y el 13 de septiembre llegó. Debía ser un día emocionante y feliz. El más bonito de todos. Es mi cumpleaños número... ¿24? El móvil sonó. Tal vez era él. Levanté el audífono.

-¿Hola?

-Querida, es bueno oírte. – mi ánimo decayó. Es la familia de Mikael. –Feliz cumpleaños. Queríamos hacerte una visita, pero nos comentaste que estaban en un viaje largo.

-Por desgracia, sí. Pero, muchas gracias.

El resto de la tarde transcurrió así. Lleno de llamadas de unos que otros deseándome buenos deseos. Ya no podía con mi tristeza, la llamada que más añoraba nunca llegaría. Mis hombres de seguridad en la recta final de la noche, entraron con un pastel. ¿Cómo podía negarme a serles parte de este triste día? Al menos, las personas que cuidaban de mí y de esta casa, se habían acordado. Últimamente se la pasaban conmigo en la cocina, horneando. Quince días sin saber nada de Mikael. Pero bueno, ¿quién era yo para negarles que me dieran un poco de felicidad furtiva el día de hoy que terminaría en un abrir y cerrar de ojos? Perdía el sueño nuevamente, cosa que no era buena.

Comimos pastel y bebimos café. Fue un detalle amable de su parte haber hecho esto para mí. Me encontraba recostada en la fría solitaria y oscura habitación. Otra lágrima judas saltó fuera de mis ojos, no obstante, la retiré inmediatamente.

Los días comenzaban a transcurrir como agua en arroyos. Uno tras otro y sin parar de contar. Me sentía completamente sola, perdí el apetito casi por completo. Ya no dormía lo suficiente, si al caso, tres o cuatro horas por noche. Y a veces, ni eso.

Septiembre 22, 17.

Recostada en la cama, el reloj marcaba las siete con cuarenta y nueve minutos. Finalmente, el apetito y el sueño desaparecieron de mis necesidades básicas. Lloraba sin parar. Hace un mes que Mikael era como si hubiese desaparecido de la faz de la tierra. Ni Benton, Bratt, Amir, Martinez, Nolan y Vazquez contaban con noticias de ellos. Pregúnteme yo, ¿qué mierda estaba pasando con mi estúpido esposo y su fiel seguidor hombre de seguridad y amigo? Juro que no quería perder la cabeza. La cordura caminaba sobre un hilo, como si de un acto de circo se tratara. Después de no haber dormido en toda la noche, decidí levantarme sin importarme mi apariencia. En el justo momento en el que crucé la entrada de la cocina para encender la cafetera, noté que todos mis postres horneados ocupaban la vista de todo. ¿Qué había hecho? Y encima de todo, la alacena estaba vacía. El café se estaba agotando. Urgía que fuera al mercado por provisiones. Aunque, ¿de qué serviría si de todas maneras mi deseo de comer se hubo esfumado? Tal vez tendría comida congelada. Abrí la nevera. No. Ahí no había absolutamente nada. Quería llorar. Además, ¿qué haría con tanto pan en mi cocina? A estas alturas yo no estaba segura de que era lo que debía hacer con totalmente nada. Hasta yo era un completo desastre. Apestaba a vomito de días pasados. Mi cabello estaba graso. ¿Cómo podía ocultar los círculos negros debajo de mis ojos? El peso que perdí. Solicitaba con urgencia una ducha. Llevar el pan a institutos de beneficencia, u/o orfanatos. Y después, la visita al supermercado antes de mi cita médica.

Entre sueños y ... ¿mentiras?Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin