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¿Qué se supone que debería hacer? No podía simplemente ponerme a gritar y sacarlas de aquí. Los bebés dormían, mi mujer dormía. Y ellas Simplemente lo hacían. ¿Cuántas veces debía repetirles que jamás durmieran en mi cama? Podría cargar como saco de harina a mi hermana, pero no tenía la suficiente confianza para cargar en brazos a Scarlett. ¡Cristo! Tallé mi rostro con las manos. Estoy tan estúpidamente cansado, para lidiar con un par de pijamas rosados con conejos y gatos. Pensando en lo que haría para sacarlas de mi habitación, fui al closet a ponerme un chándal. Pero no se me ocurría nada. Tendría que conformarme con dormir en la habitación de junto. La puerta que se encontraba cerca del ventanal, conducía a otra habitación privada.

Maldigo a ese par. Por el simple hecho de que no se me ocurría cómo sacarlas de aquí, dormiría en la habitación de junto. Pasé de largo hasta la puerta y entré en ella. El cuarto era algo pequeño y acogedor. Había una cama matrimonial y un ventanal de techo a piso. Muebles, y un pequeño closet. Abrí las sábanas polares y me tumbé. gruñí un poco. Quería mi cama. Mañana esas dos arpías se enterarán. Cerré mis ojos, y el cansancio ayudó a que sucumbiera en la oscuridad de Morfeo.

A la mañana siguiente, un ligero rayo de sol se divisó por el ventanal, parpadeó varias veces para hacerme a la idea de la poca luz y de que hubiese amanecido, la noche había pasado en un santiamén. Tomé el móvil de la cama y registré la hora en mi memoria. Nueve en punto. Unas diminutas voces femeninas se escuchaban detrás de esa pared y puerta. Me levanté y fui directa a ella y la abrí. Ahí estaban ese trío. Todas sus miradas se reflejaron. Ahora me encontraba molesto. Yo debería haber despertado en mi cama, con mi esposa y mis bebés. Suspiré.

-¡Ustedes dos! SALGAN. - Gruñí. Salieron como gacelas en instinto de supervivencia. Como si supieran que el león estaba detrás de ellas.

-¿Por qué estás tan molesto? ¿Y por qué estabas durmiendo en otra habitación? - Me reí sarcásticamente. Primeramente le dio un beso en los labios para después responder a la estúpida pregunta.

-Estoy molesto porque tuve que dormir en otra cama que no fuera la mía.

-¿Y por qué? - La interrumpí.

-¿En serio? ¿Aún te atreves a preguntar? - me recosté en la cama. Un hedor a cítricos y frutas se coló por mis fosas nasales. -¿Qué es este hedor? Este no es tu aroma. - Sonrió temerosa. -Sabes que no me gusta que entren en la intimidad de nuestra alcoba. Y mucho menos que duerman en mi cama. Se los he dicho miles de veces, pero viendo que no lo comprenden o si piensan que bromeo, entonces habrá consecuencias.

-¿No crees que estás siendo un poco ridículo y duro?

-¡Ha! Lo que me faltaba, que mi esposa me dijera que estaba exagerando. Dios. - Me levanté directo a la ducha. No aguantaba el hedor de las sabanas. -Haré que cambien la ropa de cama. - Me metí al baño, y la escuché reírse a lo lejos.

Cuando bajamos a desayunar, miré por la ventana el desastre de nieve que cayó por la madrugada. La entrada estaba bloqueada. Hank preparaba las palas para retirar en un momento. Después se dirigió al comedor donde todo mundo estaba ya sentado esperando para empezar a desayunar.

-Buenos días. - dijimos mi esposa y yo.

El desayuno transcurrió con tranquilidad, discutía con Hank los deberes que haría hoy y mañana. Entonces se me ocurrió. Me aclaré la garganta.

-Hank. Mallory y Scarlett te ayudarán en los deberes del día de hoy y mañana. Escuché que necesitabas un poco de ayuda. - Ellas se quedaron perplejas.

-¿Por qué estás tan encabritado? - Dijo. Mallory. La miré detenidamente.

-Y hay suficiente ayuda en la cocina, hemos llegado aquí y el abuelo Hank tiene más deberes ahora.

Entre sueños y ... ¿mentiras?Onde histórias criam vida. Descubra agora