Capítulo LXVII: Responsabilidad de los Tepes

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"Las huellas de una enfermedad como la que ha tenido no se borran tan fácilmente...".

—Drácula de Bram Stoker.

[Peru: Ayacucho]

Mientras que en Francia apenas eran horas de la tarde, en Perú todavía no era ni siquiera mediodía, por lo que las ciudades peruanas estaban a salvo de los horrores de la noche. Aunque para muchos humanos peruanos tales horrores no se compararían al que experimentaban ahora, que estaban en guerra con el país chileno.

Y a causa de esa guerra, el actual gobernante peruano, Nicolás de Piérola, estaba refugiado en la ciudad de la provincia Huamanga, tratando de hacer planes para convocar la Asamblea Nacional de Ayacucho. Pero sin que nadie lo supiera, ni siquiera él mismo, también intentó formar alianzas con fuerzas que la Sociedad Humana de Perú desconocía, con tal de ganar la guerra contra Chile.

Entre esas fuerzas una en particular evaluó al propio Nicolás de Piérola; por supuesto el gobernante peruano falló la prueba, y se ganó un susto que recordaría hasta el fin de sus días. Y ahora mismo, el responsable de aquel susto, caminaba tranquilo por las calles de la ciudad. Pero a pesar de que intentaba mezclarse entre la gente, lo cierto es que todos lo miraban igual de atónitos, ya que la etnia mestiza de él no era nada común en esa parte de Suramérica.

Además era casi imposible que entre cientos de peruanos pasara desapercibido un hombre joven bastante alto, de constitución comparable al de un boxeador de peso pesado, cabello blanco y ojos azules, que aparte vestía ropa tradicional de los nativos de esa región. Y a su lado venía un hombre de edad similar, que era mestizo de escocés y nórdico con extraño cabello marrón claro con degradado oscuro, y de estrafalario traje verde oscuro.

—Y ellos corren cuando sale el sol. Con sus vidas en la mira. ¡Vivos por un segundo más, sin elección, teniendo que seguir las Leyes de la Selva! .

—Por favor deja de cantar. Ya de por si llamas demasiado la atención con esa ridícula forma de vestir, que ni sé de dónde la sacaste —dijo el hombre escoces-nórdico con mal humor, quien no era otro que Ferben Vorskogur, el maestro de la sede nórdica de San Bestia.

Y el hombre de cabello blanco, quien cantaba con un humor risueño, mientras caminaba por la calle y era visto por cientos de ciudadanos que pasaban por allí, no era otro que el mismo Ezequiel Norris, que además iba vestido de un modo bastante estrafalario: llevaba un simple conjunto de ropa negra sin mangas, con un poncho peruano encima de color gris con azul oscuro, además de un gorro chullo que iba a juego.

—Cómo íbamos a visitar el Territorio Inca, me pareció que sería apropiado vestirme tal como lo hacen las tribus bestia de aquí. Así que le pedí a un sastre de esta región me hiciera esta ropa. Debido a mi estatura alta y complexión, tardó mucho en fabricarla. ¡Pero valió cada maldito segundo de espera! ¡Así podre apreciar mejor las costumbres de este territorio! —explicaba Ezequiel con una sonrisa jovial y hasta inocente, mientras se acomodaba el gorro con la mano derecha, ya que por su abundante cabellera le costaba ajustarse a su cabeza.

—Por si no lo notaste, no todos los humanos de esta ciudad se siguen vistiendo así. Todos tienen sus miradas sobre ti y murmuran todo tipo de ridículas teorías, sobre quién eres y de cual "cerro" saliste.

—¡Ja, ja, ja! ¡Descuida, ya estoy acostumbrado a ello! Y la verdad es que me sienta muy bien; aquí por lo menos no me juzgan, no se burlan de mí, ni tampoco me hacen menos, por el simple hecho de ser parte indio, como hacen comúnmente los humanos de Inglaterra y Japón —dijo Ezequiel dando un vistazo a la gente a su alrededor, feliz de no estar recibiendo prejuicios y discriminación por su linaje paterno o por no ser un humano, como suele pasar en las mencionadas regiones.

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaWhere stories live. Discover now