Capítulo IX: Ángeles y Doncellas Reunidos

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"...Nuestro camino corría a lo largo de los muelles y, por consiguiente, al lado de una verdadera multitud de barcos de todos tamaños y de todas nacionalidades."

—La Isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson.

[Distrito Pashu: Muelles de la Jungla]

Algo que tenían en común los distritos de la gran ciudad esmeralda, es que todas están conectadas entre sí por medio de una serie de inmensos ríos, que se juntaban en un punto e iban directo a un océano ubicado no muy lejos de la ciudad. Así que todos los distritos tenían sus propios muelles.

En el distrito de las bestias, los muelles estaban establecidos justo en una zona empinada, rodeada de colinas rocosas. De modo que había solo tres formas de ingresar al área sin tener que escalar o pasar por la selva; la primera era por medio de unas escaleras altas talladas en una de las colinas, y la otra era un camino de piedra, justo al lado de la costa, conectado al pueblo.

Había algún que otro establecimiento, desde una gran casa pesquera hasta simples puestos donde se negociaban las compras, los intercambios y la renta referente a barcos. También había un establecimiento dedicado a la importación, y en un muelle se hallaba construida sobre las aguas poco profundas una gigantesca casa de carpinteros con un puerto propio.

En algunos barcos se oían los cantos alegres de los marineros, mientras que en tierra y en los muelles se escuchaban variadas conversaciones animadas entre los trabajadores, otros marineros y turistas, quienes iban y venían de todos lados; como pescadores cargando descomunales peces hasta un almacén en tierra, y tripulantes que descargaban su equipaje de los barcos, o llenaban un barco de diferentes tipos de cargamento. 

Respecto a los barcos, no solo había clásicos como de tipo veleros y bergantín. También había algunos de diseño bastante industrial, hechos en mayor parte de metal. Y había unos pocos que eran muy comunes de los mares de Asia. 

Cerca de la entrada a la selva del distrito, se encontraba reunido el grupo de Miguel con el de Camael; el primero llegó desde el camino de piedra cerca de la costa, y el segundo tomo las escaleras en la colina. Lo primero que hicieron al encontrarse fue saludarse entre sí, y luego confirmar si completaron su parte del viaje.

Jofiel explicó que intercambiaron todo el monto elegido por monedas doradas, porque muy pronto dichas monedas subirían de valor. Así que lo mejor era tener bastantes monedas doradas.

También explicaron sobre la tardanza del grupo de Azrael, lo cual no tranquilizo mucho al licántropo alemán, por el hecho de que en ese grupo estaba Caroline. Aunque si calmó las preocupaciones de que no pudieran tener mucha comida.

Rafael, por su parte, explicó que ya obtuvieron las instrucciones extras de parte de la maestra Tala, tal como lo dictaminaba la carta que les envió Ezequiel sobre las misiones; según la carta, debían reunirse con la maestra Tala en la dulcería MacDarren, para recibir más información acerca de las dos misiones.

Esperaron mucho, pero después de que Miguel se enterara —y alterara— de que Caroline había ido con Gabriel al grupo de Azrael, apareció en la dulcería la maestra Tala; fue fácil verla por el hecho de que era la única bestia nativo americana en un lugar lleno de bestias celtas. La maestra Tala les entregó un sobre con la información extra de las dos misiones, luego pagó una caja de comida que reservo en la dulcería, y se retiró por los tejados de las casas a una velocidad que dejó boquiabiertos a Miguel y su grupo.

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt