Capítulo LI: Diablos en la Humanidad

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"...Son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Jesús. Y no es de extrañar, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz."

—2 Corintios, capítulo 11: 13-14. 

[Lado Oeste del Reino de Corazones].

El ambiente gélido estaba más concentrado en el lado norte del Reino de Corazones. Pero aun así algunos copos de nieve, junto con una parte del frío, llegaban hasta los límites del lado oeste del reino. Y a la luz de la luna llena artificial podía verse desde lejos una escena que estaba más allá de lo macabro.

Por encima de las cabañas e invernaderos sobresalía una montaña de cadáveres, conformada por cuerpos destrozados de espartanos y vikingos, junto con cuerpos sin brazos de samuráis, rikishis y otros maestros japoneses. Desde esa encarnizada montaña fluía un río de sangre que no tardó en formar un lago rojo de apenas tres centímetros de profundidad en casi toda la región.

A los pies de esa colina de cadáveres se encontraba el último Einherjar sobreviviente; se trataba del único humano indio de la flota Shuumatsu, y eso se debía a que era un antiguo budista que perteneció al primer grupo de seguidores de Buda VI Gautama. Estaba de pie en el lago de sangre, observando con horror e incredulidad la montaña de cuerpos sin vida de Einherjar delante de él, en cuya cima se encontraba la silueta de un hombre parado.

"Imposible... Es imposible... Eran trescientos espartanos, doscientos vikingos, cien samuráis y noventa y nueve maestros de Japón. Muchos de ellos tenían el mérito de haber matado a onis y uno o dos bestias en sus respectivas épocas, siendo Agis III el único que venció a diez minotauros él solo... Pero aun así, todos fueron erradicados por un solo hombre-bestia", pensaba el monje budista, todavía incapaz de creer lo que veía con sus propios ojos.

Incluso si el responsable de esa carnicería comenzó a descender sobre la montaña de cadáveres, arrastrando con una mano el cuerpo inerte de Agis III, y con la otra mano sujetaba la cabeza del mencionado rey espartano. Lo más horrible fue que la cabeza de Agis tenía los ojos en blanco y la boca abierta en un silencioso grito desgarrador, como si hubiera muerto sufriendo una agonía indescriptible.

Aun con todo eso, el monje budista se negaba a creer que tal evento era posible. Pero no tenía más opción que aceptarlo; tenía que aceptar que el misterioso hombre-tigre los había masacrado a todos, sin ni siquiera terminar de transformarse.

Debía aceptar que Gabriel Khanom se alzaba victorioso, descendiendo sobre la montaña de cadáveres, arrastrando el cuerpo y la cabeza del poderoso rey espartano comparable al mismísimo Leónidas. 

Al final de toda esa carnicería, el baghatma había perdido su chaqueta y camisa, por lo que su torso estaba expuesto. Su pantalón blanco de rayas negras presentaba muchos cortes, y estaba tan cubierto de sangre que ahora lucía de un rojo casi negro por completo. El joven-tigre parecía como si hubiera nadado en un río de sangre, porque apenas lograba notarse las rayas negras de su piel. Y sangre fresca goteaba desde su barbilla, orejas de tigre, cola, manos y salvaje cabello. Lo más aterrador era que mantenía una mirada seria, con los todavía brillantes ojos verdes fijos en el Einherjar restante.

Como un verdadero discípulo de Buda, el monje indio se antepuso al miedo para enfrentarse a lo que él consideraba un demonio encarnado.

Para empezar, se quitó del cuello su japamala, un tipo de cuentas de oración usado en el hinduismo, budismo, jainismo y sijismo para recitar mantras, sutras, o cualquier tipo de oración, y también para protegerse del mal y realizar alguna práctica sagrada, similar a los rosarios en el cristianismo. En el caso del budismo, existían diferentes tipos de japamala especializados en una práctica. 

Las Bestias de Dios I: el Despertar de DráculaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang