Capítulo 4

4.4K 296 55
                                    

El trámite aún no se había completado, pero no hubo necesidad de esperar para irme a vivir con Heylan.

Me había recogido en una hermosa camioneta negra, me ayudó con mis maletas y me llevó a su casa...O mejor dicho casota, la cual quedaba en Sol de la Molina, uno de los barrios más lujosos de Lima.

Cuando entré a la casa, me quedé impactado al ver tremendo lugar. Nunca en mi vida me imaginé vivir en un sitio tan lujoso. Cuando mi madre salía con Heylan, su casa era más humilde, todo lo contrario a esta que parecía sacada de un capítulo de Las Kardashian.

Heylan me guio hacia donde iba a ser mi nuevo cuarto mientras cargaba mi maleta. Lo seguí hasta llegar a una enorme habitación minimalista: los rayos del sol atravesaban las gigantescas ventanas que rodeaban el cuarto. Mi cama era más grande que una Queen. Cuando vi mi closet, supe de inmediato que a la justa iba a llenar una cuarta parte de este, pues era enorme, como para dos personas. Me quedé viendo una puerta que estaba al frente de mi cama, no sabía que era hasta que Heylan la abrió: era un baño con ducha ¡Tenía mi propio baño!

Aquello era un sueño, lo que estaba aconteciendo era simplemente increíble.

"Mi mamá va a estar fascinada cuando se entere de..." Me acordé que mi madre ya no estaba conmigo. Sentí como el puñal invisible nuevamente se incrustaba en mi pecho.

No conseguía estar feliz más de cinco minutos antes de que me decayera nuevamente. Pretendí seguir sonriendo con el fin de que Heylan no se diera cuenta.

—Avísame cualquier cosa que necesites. Toma tu tiempo para desempacar —me dijo saliendo de mi cuarto.

Comencé a desempacar intentando mantener mi mente ocupada, aunque era imposible; no importaba cuánto me esforzara en distraerme, el puñal seguía retorciéndose.

Cayeron unas lágrimas sobre mi ropa doblada, cuando de pronto, alguien apareció por la puerta. Pensé que era Heylan, pero el sujeto que estaba parado frente a mí era mucho más joven, de unos veintitantos, tenía los mismos ojos azules que Heylan, llevaba una camiseta blanca y vaqueros, era delgado pero fibroso; de inmediato reconocí que se trataba de Emiliano, el hijo de Heylan.

—Hola, a los años —me dijo él con una sonrisa forzada.

—Emiliano, ¿cómo estás?

—Llámame Emilio, todos me llaman así —dijo en un tono serio, nada amigable.

—Oh. Está bien. La verdad que sí, ha pasado tiempo.

—Quien iba a decir que terminaríamos viviendo juntos al final de todo —dijo él. "¿Acaso no va a darme el pésame por la pérdida de mi madre?" Él la conocía, mi madre lo quería bastante a pesar de que él siempre se mostraba indiferente con ella. ¿Qué diablos le sucedía?

—Lo mismo me preguntaba, ni yo aún me lo creo. Heylan ha sido muy amable.

Noté que Emilio soltó un bufido. ¿Acaso estaba molesto conmigo?

—Emilio, solo quiero decirte que lo que menos quiero es incomodarte.

—No me incomodas —dijo él sin desviar la mirada—. Siempre quise tener un hermano. Además, presiento que nos vamos a llevar muy bien —dijo él antes de salir por el umbral de la puerta.

Percibí algo de sarcasmo en lo que acababa de decir. No sabía por qué, pero no creía en sus palabras.

...

Cuando fue la hora del almuerzo, la empleada cuyo nombre era Milagros, me llamó para que fuera a la mesa. No tenía mucha hambre; sin embargo, no iba a ser mal educado en mi primer día estando aquí, por lo que fui de inmediato.

HEYLANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora