Capítulo 7

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Una semana después

Me gustaría decir que los siguientes días fueron normales, cuando en realidad solo fueron más estresantes.

Me matriculé en una academia con el fin de prepararme para el examen de ingreso a la universidad, la cual todavía no escogía. Pero ni modo, no iba a quedarme de vago todo el verano; tenía que aprovechar la oportunidad de que Heylan me apoyaba con los gastos.

Con respecto a mi vida personal, todavía seguía sintiendo el dolor de la muerte de mi madre, y también era invadido por el terror nocturno de vez en cuando. Lo que me ayudaba a tranquilizar, era botar todo el estrés acumulado mediante la masturbación. Todas las noches mi miembro se ponía como loco, por lo que debía calmarlo. Y sí, me seguía masturbando imaginándome a Heylan.

Era algo imposible de dejar. Intenté buscar otras formas de distraerme, como salir a correr, ir al cine, entre otras cosas. No obstante, nada me ayudaba a tranquilizar el horrible estrés postraumático. Lo único capaz de generarme paz era el placer sexual que Heylan me daba —en mi imaginación por supuesto—. Intenté masturbarme viendo porno, con películas eróticas, con imágenes en Google; pero nada me ponía cachondo a excepción de mis fantasías sexuales con Heylan Griffin.

Cada vez que me sentía triste, o cuando estaba a punto de darme un ataque de ansiedad; me encerraba en mi baño y empezaba a pensar en Heylan.

Me imaginaba cogiéndolo desde la camisa y abriéndola con tanta fuerza hasta que todos los botones salieran disparados, dejando a la vista sus pectorales abultados, luego, cogía su fuerte pecho y deslizaba mis manos hasta su six pack tan bien trabajado, luego le desabrochaba los pantalones y se los bajaba. Cogía el elástico del bóxer y también lo resbalaba entre sus piernas hasta dejarlo desnudo con el miembro erecto. Y de pronto... Abría mis ojos y me daba cuenta que me hallaba en mi cama, con todo el bóxer y el pantalón manchado.

El lado bueno, era que utilizar a Heylan como fantasía sexual ayudaba a calmarme; mis problemas se iban y podía seguir con mis rutinas diarias sin ningún inconveniente. Lo malo, era la culpa que me carcomía por dentro al estar masturbándome con el rostro y el cuerpo de la persona que me ayudaba, de quien se había convertido en uno de mis mejores amigos.

Era una mezcla de placer y culpa. Sabía que estaba mal, no era correcto...Pero no tenía otra opción. Heylan Griffin era lo único que me ayudaba a seguir adelante.

No sé si yo estaba enfermo, si era un adicto a la masturbación... Probablemente sí. Aunque prefería ser un enfermo con fantasías sexuales con un hombre de cuarenta y siete (Heylan ya me había confesado su edad en una de las cenas que tuvimos), a sufrir con los malditos ataques de pánicos que me ponían ansioso y depresivo.

¿Qué era peor?

...

En los días siguientes, intenté en dejar de masturbarme pensando en Heylan. Se me hacía complicado, pero lo logré, puesto a que no soportaba seguir viendo el rostro de Heylan sin que la culpa me devastara: masturbarse con la persona que más quieres no es algo fácil con que lidiar.

Sin embargo, una vez que dejé de hacerlo, la ansiedad y la depresión volvió. A veces me despertaba en la madrugada gritando y llorando. Heylan es el que iba rápidamente a mi cuarto y me ayudaba a calmarme: abrazándome y consolándome. Tenía que admitir que cuando lo tenía cerca, nuevamente me daban las ganas de seguir fantaseando con él.

...

Estábamos cenando en el comedor, yo a las justas daba unos bocados, lo cierto es que no tenía nada de apetito. Todavía seguía asimilando la horrible forma en la que murió mi madre. Parecía que Heylan se percató de eso, ya que por el rabillo del ojo me di cuenta de que él alzaba la cabeza a cada rato viendo mi platillo sin comer.

HEYLANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora