Capítulo 5

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Era de madrugada cuando me desperté después de haber soñado con el horrible momento del accidente. Me faltaba el aire y mi corazón parecía que se iba a salir en cualquier instante por lo acelerado que latía.

Dormir se me estaba haciendo una tortura. No paraba de repetirse la misma escena una y otra vez al cerrar mis ojos. Veía a mi madre sonriendo, y después la veía sufriendo de dolor, sangrando y pidiendo a gritos que la ayudara.

"Estoy mal" reconocí. No sabía por cuánto tiempo iba a tener que sufrir con aquel trauma, y eso sin contar el dolor de no tener a mi madre conmigo.

Me levanté de la cama y estiré mis piernas. Me di cuenta de lo reseca que estaba mi garganta, no iba a conseguir dormir si es que me moría de sed, por lo que salí del cuarto y me fui hacia la cocina lentamente tratando de no hacer ruido.

Prendí la luz y casi suelto un grito al ver a Heylan frente a la isla, tomando un vaso de agua. Tenía apoyado los brazos sobre la mesa y sus piernas se encontraban estiradas. No llevaba camiseta ni calcetines, solo un pantalón plomo de buzo que le hacía resaltar ese gigante culo redondo.

Se le veía realmente atractivo.

—¿Noche difícil? ¿Verdad? —Me preguntó analizándome con su mirada.

—Sí, es una tortura —contesté nervioso.

—Me imagino. Nadie merece pasar por una experiencia tan traumática. La vida es tan injusta a veces. La gente buena muere de las peores maneras, mientras que asesinos o violadores siguen vivos y libres. Nunca comprenderé cómo funciona la justicia de Dios.

Entendí a qué se refería. Heylan había sufrido la pérdida de las dos mujeres que estuvieron con él: mi madre y Elena, la madre de Emilio, quién falleció de una neurisma. Me acordé que Heylan contó cómo fue su muerte.

Heylan y Elena cenaban en un restaurante, cuando de la nada Elena perdió la consciencia y cayó al suelo. La llevaron al hospital, pero ya era demasiado tarde, Elena estaba muerta a causa de una neurisma. Heylan aclaró que "la muerte súbita" es una de las peores formas de perder a un ser querido, pues, a diferencia de una enfermedad terminal, los familiares del enfermo se van preparando para dejar ir a ese ser querido. Todo lo contrario sucede con "la muerte súbita", debido a que es de la nada: el cuerpo humano no está preparado para asimilar el hecho de que un ser querido haya dejado de existir de un día para otro. El dolor es más fuerte.

Heylan también había sufrido, casi de una forma igual de traumática que la mía. En su caso, vio a la persona que amaba morir frente a sus ojos; me imaginaba su desesperación al ver a su novia en el suelo y no poder hacer nada por ayudarla; a diferencia de mí, que quedé inconsciente en el choque y no vi a mi madre fallecer.

De una u otra forma, estar en la cocina con Heylan sabiendo que él también ha tenido que pasar por momentos tan duros, me hizo sentir algo de esperanza. Heylan era un hombre exitoso, sufrió por supuesto, pero no dejó que la depresión lo arrastrara consigo. Él siguió adelante pese a todo.

A veces, la mejor forma de sentirte mejor es estando con personas que han sufrido lo mismo que tú.

—Sé por el horrible momento que estás pasando Aniel, pero te prometo que vas a salir de esta. No te aseguro que el dolor se vaya, pero vas a poder aprender a vivir con ello y seguir con tu vida, siempre en cuando también pongas de tu parte.

En definitiva, me sentía mucho mejor de lo que me encontraba hace un rato. Heylan lograba tranquilizarme en segundos. Su forma de hablar era única; muy poca gente tiene ese don.

—Gracias por tus palabras.

—Cuando quieras. Cuenta conmigo para lo que necesites. Si te sientes mal otra vez no dudes en hablar conmigo, no importa la hora que sea, siempre voy a estar para ti.

Mis mejillas fueron invadidas por un fuerte calor, sentí que me sonrojaba. Maldición. Rezaba en mi mente de que no se diera cuenta de eso.

Heylan dejó de tomar agua y dejó su vaso encima del fregadero. De pronto, no solo mi rostro me ardía, sino todo mi cuerpo. Heylan tenía la piel bronceada, sus brazos eran enormes hasta el punto de que se le notaban las venas, tenía los hombros anchos, unos pectorales bien formados y duros que se asemejaban a dos rocas, y unos abdominales planos y marcados. ¿Cómo Heylan podía tener un cuerpo tan perfecto? Era muy raro ver a señores adultos teniendo un cuerpo tan trabajado, mejor que el de una persona joven. Chicos atractivos hay un montón, pero ninguno me ponía como Heylan lo hacía; su tipo era único.

De pronto, mi cuerpo empezó a temblar al ver como Heylan se acercaba a mí. "Respira hondo Aniel". Heylan me rodeó con sus brazos y me abrazó. Mi rostro chocó con su hombro, su piel era tan suave y caliente. Coloqué mis brazos sobre su dura espalda, "este hombre está hecho de piedra".

Sentir sus gigantescas y calientes manos tocando mi espalda me erizaban la piel. Sentí un fuerte cosquilleo en el estómago, el bochorno se extendió rápidamente a cada músculo de mi cuerpo. Sentía que ardía en el interior. Las gotas de sudor se deslizaban por mi frente.

Fue entonces cuando me di cuenta como mi miembro se estiraba como una culebra y se ponía duro. "Carajo". Dejé de abrazar a Heylan y me aparté de una forma tranquila para no llamar la atención.

—Enserio gracias por la charla —le dije y fingí bostezar —, estoy demasiado cansado.

El elástico del bóxer se estiraba, mi pene seguía creciendo a gran velocidad. Si Heylan miraba hacia abajo me jodía, no había excusa que inventar al ver mi erección; se daría cuenta de inmediato que era por él.

"Tengo que irme ya".

—Está bien, ve a dormir. ¿No quieres agua o algo de comer?

—No te preocupes, estoy bien.

Me di media vuelta cuando percibí cómo mi erección llegó a empujar la tela de mi pantalón. Ahora sí era imposible disimular, tenía que irme de una vez. Era preferible parecer descortés al salir corriendo, a tener que explicarle porque tenía tremendo bulto.

Caminé deprisa, llegué a mi cuarto y cerré la puerta. El bulto seguía volviéndose más duro; ya palpitaba.

Me metí a la cama con el fin de relajar mi cuerpo, aunque iba a ser muy difícil debido a lo excitado que me ponía al tener la imagen de Heylan sin camiseta, ¿cómo me lo iba a quitar de la cabeza?

Lo que más imploraba es que no se hubiera dado cuenta, pues sería demasiado bochornoso.

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