Capítulo siete.

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Pese a la sensación de que se estaba ahogando, Isaac agarró la perilla y abrió la puerta de la oficina de Julian

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Pese a la sensación de que se estaba ahogando, Isaac agarró la perilla y abrió la puerta de la oficina de Julian.

Aún tenía el teléfono desbloqueado en su mano derecha, y al agachar la mirada leyó el mensaje de Julian donde este le pedía que se reunieran antes de mediodía. «Solo diez minutos», se prometió a sí mismo. Había intentado evitar el contacto con ellos. Simon, William y Julian seguramente estaban enfadados por su reciente comportamiento y, además, por haber terminado la relación con Olive. Ni confirmaba ni desmentía que la posibilidad de enfrentarse a los tres lo llenaba de inquietud.

Por desgracia, al entrar a la oficina, se encontró con la mirada de sus tres amigos fija en él, que se había quedado inmóvil con la mano envolviendo la perilla.

―El acusado puede pasar al estrado ―le dijo Julian, impertérrito.

La mirada de Isaac vaciló hasta que se detuvo en sus propios zapatos. Por Dios, ¿era demasiado tarde para darse la vuelta y salir corriendo? La puerta de los empleados no le quedaba tan lejos si corría hasta allá como un demente.

Un eco de carcajadas ahogadas captó su atención. Al levantar la cabeza, descubrió a William y a Simon destartalados de la risa hombro con hombro. Julian, cuya mirada mantenía la seriedad, esbozó una sonrisa burlona.

―Quita esa expresión de tragedia, por Dios. ―Julian le propinó un golpe en las costillas, pero ninguno de los dos dejó de reír―. Por si no es evidente, te querían jugar una broma.

―No puedo creer que todavía nos tengas miedo. ―Simon descansó el brazo derecho sobre su estómago mientras se recuperaba con respiraciones lentas―. Pensé que ya habíamos pasado esa etapa.

Isaac bufó.

―Detesto sus bromas. ―Se acercó a William, quien todavía se aferraba a la carcajada, y le propinó un golpe en el brazo―. ¡Basta de reírte!

―Ya, déjalo. Se le pasará en cualquier momento. ―Simon recorrió la curva de su barbilla con el dorso del pulgar―. ¿Cómo va todo?

Pero a Isaac le costaba encontrar una respuesta que fuera lo suficientemente convincente mientras siguiera percibiendo el errático latido de su corazón. Aunque las miradas recriminatorias y las palabras frías habían surgido de una broma, de cualquier forma no se sentía cómodo con la situación. Simon, William y Julian eran sus mejores amigos desde hacía diez años. Ahora que la relación con Olive había llegado a su fin, un dolor punzante lo atormentaba al saber que esa amistad que tanto atesoraba ya no podría ser posible.

―Bien ―dijo al fin al tiempo que se llevaba las manos tras la espalda y adquiría una pose de tranquilidad fingida.

Desde luego, el esfuerzo no pasó desapercibido para ninguno de los tres.

―No conviertas esta situación en algo tan incómodo. Siéntate, por favor. ―Al percatarse de que seguía de pie, Simon insistió al señalar la silla―. Hazlo ya, ¡no me exasperes!

Sedúceme otra vez (Serie Herederos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora