Capítulo veintiocho.

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―Despejado ―anunció uno de los guardias, pero sin bajar el arma

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―Despejado ―anunció uno de los guardias, pero sin bajar el arma.

Julian atravesó la entrada antes que Isaac. Como las luces estaban apagadas, la única claridad que entró a la sala provenía de los postes en las aceras. Un plato de material biodegradable crujió bajo la presión de sus pisadas. La residencia estaba convertida en un desastre y habían quedado rastros de una pelea bastante violenta en los muebles volteados, un jarrón de cerámica amarilla astillado y huellas enfangadas manchando un piso de loza blanca que llevaba varios días sin ser barrido.

―No me sirve una habitación despejada ―escupió el vizconde entre dientes―. Busquen a la señorita Carmichael.

El estómago de Isaac se encogió ante las posibilidades, a pesar de que mantenía muy vívidas en su memoria las últimas palabras de Wren: «Estoy en un taller». Pero, ¿cuál taller? ¿Cómo demonios iban a llegar hasta ella con esa información tan escueta que parece no llevarlos a ninguna parte? Era evidente, al menos para él, que en aquella residencia no iban a encontrar a nadie.

―He hablado con el arrendatario ―anunció Olive al entrar a la residencia, aunque Isaac le había pedido hasta el cansancio que se quedara dentro del coche junto a Lydia. Arrugó la nariz. La casa emanaba un olor desagradable, como comida descompuesta o basura sin sacar―. Dice que Wren se mudó hace una semana, pero que no ha vuelto desde hace cuatro.

―Es más o menos el mismo tiempo que transcurrió desde la última vez que Wren llamó a Julian.

Ambos miraron fijamente al vizconde. A pesar de encontrarse de espaldas, la tensión que emanaba de su cuerpo resultaba ineludible. Julian parecía un hombre demasiado grande para la pequeña habitación que componía a una sala, en especial con los hombros cuadrados que el traje de corte italiano se empeñaba en remarcar.

―Es evidente que Wren no está aquí. ―Olive se apartó el mechón de pelo que se le había deshecho al haberse pasado el viaje entero jugando con él, movida por la impaciencia―. Tal vez deberíamos preguntar si hay cámaras a lo largo de la calle o en alguna otra residencia, de ese modo podríamos saber qué pasó aquí.

Julian intercambió una breve conversación con su guardia, que aparentemente reafirmó la ausencia de Wren en la propiedad, y se volteó hacia ellos. Su mirada sombría inquietó a Isaac, aunque pensaba que ya se había acostumbrado a verlo enfadarse cuando su padre o alguna de sus imposiciones surgía en la conversación. Por lo demás, era un hombre bastante difícil de alterar.

―No esperaba encontrarla aquí, de cualquier modo. ―Se quedó callado, tan sumido en sus pensamientos que la oscuridad de su mirada se intensificó.

―Es una mujer inteligente. ―Isaac recorrió los destrozos con una mirada calculada y pausada―. Podría haber llamado a Julian, que tiene su propia guardia, o por defecto a la policía de Salamanca, pero me ha llamado a mí.

―Una llamada que no ha servido de mucho ―repuso el vizconde con amargura―. El número telefónico no puede ser rastreado.

―Sí, pero pudo haberme dicho cualquier otra cosa. Sin embargo, me especificó que se encontraba en un taller. Solo pienso que... ―Se rascó la cabeza con tanto ahínco que no tardó en sentir una molestia―. Tal vez sabía, o al menos contaba, con que vendríamos aquí y...

Sedúceme otra vez (Serie Herederos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora