Capítulo treinta.

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―Aquí pienso colocar la prensa maneral ―Isaac apuntó hacia la entreventana― y quizá por allá una mesa doble para trabajar los cuadernos

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―Aquí pienso colocar la prensa maneral ―Isaac apuntó hacia la entreventana― y quizá por allá una mesa doble para trabajar los cuadernos.

Volteó hacia Olive y caminó hacia atrás con los brazos extendidos. Lo radiante de su ánimo iba a la par con el entusiasmo de sus ideas, que no habían parado de revolotear en su cabeza desde la semana anterior. Después de los días que siguieron al enfrentamiento con Gabriel, Isaac decidió que era momento de centrarse en ellos y en su futuro, así que, finalmente, visitaron la mansión en Whitechapel. La propiedad era espectacular con sus dos jardines hundidos y sus amplios campos llenos de cedros japoneses, árboles de júpiter y ciruelos rojos. Era un paraíso en toda la extensión de la palabra, y aun así la mejor parte estaba en su interior: en las habitaciones vacías y en los salones que podían decorar a su antojo. Un hogar al que llamar suyo.

―¿Ya sabes qué vas a hacer con tu idea de emprendimiento?

Isaac esbozó una sonrisa ladeada que acabó ensanchando y exhibiendo los hoyuelos.

―Sigo elaborando mi plan de negocios, pero creo que va bien. Necesitaré un poco más de tiempo. Entretanto, seguiré trabajando con Julian, por lo menos en lo que consigue otro administrador.

―Si quieres ayuda para cualquier cosa...

―Por supuesto que te la pediré. ―La recorrió con una mirada pícara. Sus ojos se detuvieron en el escote―. Temo que ya no podrás escapar de mí.

―¡Oh, no, que terrible! ―Descansó la mano en el pecho y dramatizó la escena. Después se echó a reír―. ¿A dónde iremos a cenar esta semana? ¿A casa de mis padres o de los tuyos?

―Mi padre irá a España junto a Camilla y a Lydia para visitar la tumba de Omar juntos. El médico no le concedió la autorización de viajar hasta haberle hecho unos exámenes. No quise ir. ―Ladeó la cabeza. Una sonrisa tímida se asomó―. Me parece que es un proceso que los tres necesitan sobrellevar. Camilla ha pasado muchos años buscando a un hijo que solo podrá conocer a través de los pocos recuerdos que tiene Lydia y mi padre necesita cerrar ese ciclo tan doloroso.

Olive se sonrió. Ese era el Isaac que ella tanto quería: un hombre cuyo corazón no era capaz de guardar rencor.

―¿De qué color irían las paredes? ―le preguntó al detenerse justo en el centro de la habitación.

―Mmm... ¿Verde? No lo sé. Hay mucho verde afuera. Amarillo, quizá. ―La agarró por la cintura y la pegó de golpe a él, arrancándole una carcajada a Olive―. ¿Cómo será tu taller de alfarería?

―Rosa palo. Sabes que adoro el rosa. ¿Qué te parece si pintamos las habitaciones nosotros mismos?

Isaac levantó las cejas.

―¿Te podrás pantalones ajustados? Eso no suele ocurrir y sería un auténtico deleite.

―Pero te quiero sin camiseta. Ese es mi auténtico deleite.

―Me parece un trato justo.

―Debo advertirte ―recorrió el cuello de la camisa negra― que voy a hacer muchísimos jarrones para poner en ellos las rosas amarillas y rosas, porque me las tienes que seguir regalando, aunque vayamos a vivir juntos.

―¿Es una amenaza? ―Sonrió.

―No, mi amor, es nuestro nuevo comienzo.

―No, mi amor, es nuestro nuevo comienzo

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Lo que sigue es el epílogo, genteeee. Si todavía tienen dudas de quienes serán los siguientes en la serie (que lo dudo JAJAJAJA), en el epílogo lo sabrán 🥰

Sedúceme otra vez (Serie Herederos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora