3. Laberintos y notas

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El cansancio lo invadió cuando habían pasado apenas unas horas desde que abrió los ojos, últimamente había notado lo difícil que era conciliar el sueño, pero detestaba medicarse. Se limitó a reducir el consumo del café, pero era algo que justo ahora no le venía nada bien.

Byron estaba por terminar el curso con sus otros estudiantes, solo mantenía dos grupos a los que les gustaba dividir entre "los mocosos novatos" y "los idiotas acostumbrados", aquellos idiotas se graduarían de su asignatura en poco tiempo, pero no podía preocuparse por ellos ahora que tenía a esos neófitos encima.

Tardó tres horas en revisar los exámenes de ingreso de cada uno, era su trabajo como profesor y además servía como información fundamental para saber a qué tipo de incompetencia se enfrentaba. Los resultados eran peor de lo que imaginó, inclusive se preguntaba cómo era que tal calificación era tan siquiera digna de ser almacenada en Haverville.

De los quince alumnos, hasta ahora catorce necesitaban lecciones privadas, un número tan alto que no lo hizo nada feliz. En sus cortos años como profesor, jamás había presenciado tanta torpeza junta.

Se frotó los ojos tras quitarse los lentes de descanso que solo utilizaba en su dormitorio o el salón privado, no sabía si reírse o vender esos exámenes a un programa de escándalos, probablemente pagarían bien por los vergonzosos coeficientes que tenían los hijos de grandes CEO's.

Le hubiese gustado seguir trabajando en su manuscrito, tenía que terminar de escribir un nuevo volumen de la filosofía de Nicolás Maquiavelo, y era el tema que más le agradaba. Podía pasarse horas en la biblioteca escribiendo página tras página sin darse cuenta, escribía acerca de las formas de pensamiento comparadas con la actualidad y las convertía en reglas para vivir. Maquiavelo había resultado un reto bastante amplio, pues las leyes actuales no le permitían decir la mitad de lo que realmente pensaba.

Ahora debía enfocarse en terminar la revisión de las pruebas para poder tener más tiempo libre.

La sorpresa se la llevó cuando buscó el último de los exámenes que tenía por revisar. Contó dos veces los que poseía, buscó en su maletín e inclusive debajo de la mesa de centro. Volteó hacia la cama como si al test le hubiesen salido patas y decidiera jugar a las escondidas, pero después de asegurarse de que no se le había caído en el pasillo por algún extraño descuido, decidió fijarse en el alumno faltante, revisando la lista completa.

"Ethan P. Collins"

Byron entrecerró los ojos y en menos de un minuto ya estaba marcando el número de la oficina de William desde el teléfono fijo. Después de tres timbres y un "espere" por parte de la secretaria, se comunicó con él.

—¿Hola? ¿Byron? Se me hace extraño que llames desde el teléfono fijo... —dijo el director, haciendo ligera pausa para después rectificar—. Se me hace extraño que llames.

—Me gustaría no tener que hacerlo, pero necesito confirmar algo, el único que tiene acceso a los exámenes de mierda de mis alumnos "problema" eres tú y me hace falta uno, el de Ethan Collins.

—Oh... ya veo, sí, aquí lo tengo. ¿Me harías el favor de venir a mi oficina?

—Viejo, hace demasiado calor afuera.

—En mi oficina hay menos de veintidós grados y necesitamos hablar seriamente sobre el dueño de la prueba que no tienes.

—William, el chico no puede estar más jodido que los que tengo aquí.

—Es un caso especial Byron, tienes que venir, mejor hazlo antes de que comiencen las clases.

El profesor suspiró, era demasiado temprano para contradecir al viejo y armar otra de sus peleas.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now