9. El error en un plan perfecto

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El comienzo de la semana fue bastante normal, se limitó a impartir sus clases sin novedades y restringió las lecciones nocturnas a horarios distintos para que nadie sospechara de ellas. Nunca se permitía cometer un error, principalmente por su seguridad.

Pero ahora estaba Ethan.

Por primera vez tenía un estudiante al que no le impartía esas lecciones, era difícil tener cuidado cuando solo había una oveja blanca en el rebaño. Se había encargado especialmente de que ninguno de sus alumnos abriera la boca respecto a sus clases, pero sus amenazas no eran suficientes para ir a la cárcel. Todos sus estudiantes eran masoquistas sin importar lo que hicieran para demostrar lo contrario, y aquellos heteros de clóset no tardaban en salir a la luz rápidamente.

Siempre estaba esa mínima posibilidad de que alguno de ellos le comentase sobre las clases a Ethan, pero para ello tomaba medidas drásticas.

Suspiró y finalmente cerró la laptop, echando la cabeza hacia atrás. Amaba esa maldita biblioteca, el lugar era tan silencioso que hasta pensaba en susurros. Todo el mundo tenía prohibido entrar a ese lugar, especialmente los alumnos, solo Jeremy tenía la clave de acceso por si acaso. Y de todas las personas en el mundo... no había dudado ni un segundo en traer a Ethan la primera vez.

Ni siquiera él sabía por qué el chico le transmitía tanta confianza. Se sentía bastante fiable, además era inteligente y era...

—Maldito mocoso, sal de mi cabeza... —maldijo entre dientes Byron.

Era desesperante basar todo lo que hacía en ese chico, inclusive era más precavido en sus lecciones por su culpa. Lo estaba cuidando... ¿¡por qué!? El chico bien podría enterarse y no sería capaz de decírselo al rector, Byron podría encargarse de eso manipulándolo exactamente como lo hacía con los demás.

Podría impartirle lecciones si llegaba a enterarse, simplemente lo trataría como un alumno problema por no poder mantener su curiosidad al límite; se olvidaría de él cuando terminase el año y medio de la asignatura, no tendría la necesidad de verlo cuando se hubiese graduado y para entonces ya tendría otros treinta mocosos de los cuales preocuparse.

El plan era perfecto, como él.

Sonrió con su malicia completamente satisfecha, tomó su portafolio con rapidez para dejar la biblioteca y dejó que todas sus preocupaciones se fueran a la basura. Toda su vida había sido un cretino, no tenía que dejar de serlo por culpa de ese mocoso de ojos ver-...

—¡Profesor Byron! —saludó con emoción su pesadilla.

Por qué. Maldita sea. P-o-r-q-u-é.

—¿Collins...? ¿No deberías estar en clase? —inquirió el profesor sin ocultar su sorpresa.

Este tipo de situaciones parecían de comedia barata. Todo este maldito inicio de año lo era. Si su vida fuese un jodido libro, no se vendería.

Apenas eran pasadas las tres de la tarde, el chico no debería estar en la entrada del edificio. Mucho menos ahora que Byron hacía planes malignos a futuro.

Pero ese pequeño y adorable... demonio, había entrado por la fuerza al lugar donde estaban sus preocupaciones.

—Las clases terminaron antes de lo esperado por una junta. Tengo el tiempo libre hasta la siguiente.

—Mi clase.

—Exacto —respondió el chico con su llamativa sonrisa.

¿Alguna vez había prestado atención a esos hoyuelos que lo hacían ver más feliz de lo que en verdad estaba? Bueno, esos malditos agujeros en sus mejillas siempre coloradas lo estaban matando.

M. Byron [The Teacher] - ¡Disponible en físico!Where stories live. Discover now